Amazon y la paradoja
Como mis alumnos saben bien, una paradoja es una proposición falsa en apariencia o que infringe el sentido común. Amazon, la gran tienda virtual, feroz amenaza para los libreros tradicionales, ha abierto una librería física. Ejemplo de paradoja.
Amazon nos había hecho creer que el comercio tradicional era cosa del pasado, que el presente y el futuro pertenecían al e-commerce. Hoy todo se compra desde el ordenador, el teléfono o la tableta, sin que el cliente tenga que moverse de la silla. Además, Amazon se encarga del milagro de que en pocas horas el internauta reciba el pedido en su domicilio, servido por un mensajero o lanzado por un dron. Comodísimo.
La reinvención de la librería
Pero cuando nos había vendido esta idea, va y abre una tienda física, de las de toda la vida, con estanterías normales, de madera, llenas de libros de papel, como los de siempre. O sea, Amazon ha puesto una librería. Para colmo, sus responsables dicen que están encantados con la experiencia, y que incluso puede que inauguren más tiendas, porque ahora resulta que el libro digital se está vendiendo menos de lo que se esperaba y ya no tiene tanto tirón como al principio…
La tienda de Amazon está en Estados Unidos, en Seattle, en University Village, un inmenso centro comercial donde antes había una librería de la cadena Barnes & Noble. No es grande, tiene el aspecto de una librería independiente. En ella se exhiben los libros más vendidos en la página web y los mejor valorados por los lectores de Amazon.
Para que los compradores no se sientan extraños con respecto a la visión online, Amazon coloca los libros de frente, no de perfil; es decir, nos muestra la cubierta y no el lomo. Para mayor comodidad, si el cliente lo prefiere, no tiene que cargar con los volúmenes que compre: se los envían a domicilio.
No me quejo de Amazon (que vende mi última novela). Valoro mucho su contribución a difundir la lectura y la popularización de numerosos autores. Solo me hace gracia la paradoja.