Audiolibros, el plan B
Últimamente me topo con artículos que animan a «leer» audiolibros. Es una buena idea, pero no para sustituir a la lectura.
Puede que se trate de una típica campaña de promoción o bien que quienes escriben sobre las ventajas del audiolibro realmente estén convencidos de sus bondades. El contenido patrocinado por marcas o grupos de presión es algo muy habitual en los medios. No voy a criticarlo, porque numerosas publicaciones no existirían si no fuera porque de vez en cuando reciben dinero para «orientar» nuestros hábitos de consumo hacia una determinada dirección, pero yo tiendo a ponerme en guardia cuando encuentro varios artículos sobre un mismo tema… Sea como fuere, es un asunto que se repite y que me ha hecho reflexionar.
Sentidos diferentes
«Leer» audiolibros no me parece mala idea. Y pongo leer entre comillas porque no estoy segura de si conviene llamar leer a escuchar un texto, al margen de que pueda llegar a comprenderse sin pasar la vista por las letras.
Los audiolibros son un magnífico invento para determinados momentos y situaciones. Las personas mayores pueden seguir disfrutando de historias, novelas y tramas sin realizar más esfuerzo que el de prestar atención. También quienes sufren déficit visual disponen de una gran fuente de información y cultura en este formato. Y qué decir de todos aquellos que se pasan la vida delante de las pantallas de su ordenador por trabajo: así pueden descansar la vista por un rato.
La lectura grabada tampoco está mal para ahorrar tiempo. Yo me quejo a menudo de no poder leer todo lo que me gustaría. Las personas con falta de tiempo podríamos ser candidatas a escuchar audiolibros en los atascos o en el transporte público. Es una buena manera de hacer eso que nuestros padres nos inculcaban: aprovechar el tiempo. Y lo mismo durante las tareas tediosas de cada día, como pasar la aspiradora, planchar, fregar los platos… Un audiolibro puede ser también fantástico para soportar la monótona cinta del gimnasio; se me ocurre que tiene que ser más estimulante imaginar que huimos del antihéroe Mr. Ripley, por ejemplo, que correr por correr, sin ningún motivo.
Tal vez un audiolibro nos ayude a conciliar el sueño. Que te lean viene a ser como una regresión a esa infancia, en la que escuchábamos el cuento de buenas noches, aunque en vez de inducirnos a dormir nos despertara el hambre de más lectura.
No es comparable
Dicho esto, me gustaría dejar claro que por muy atractivo que pueda ser el que una voz susurre una historia en nuestra oreja, el libro escuchado no es comparable a la lectura. Podrá ser un buen sustituto para las personas con alguna discapacidad o un complemento para practicar eso que tanto gusta ahora: la multitarea. Es un plan B, pero nada más.
La lectura es insustituible porque ejercita nuestro cerebro, activa la memoria, entrena la concentración, dispara la imaginación, facilita la buena ortografía, mejora la redacción, estimula el aprendizaje, facilita la comprensión… No dejéis de leer.