¿Te gusta que te lean?
Hace unos días encontré un artículo titulado «Honores al lector de tabaquería». Me sorprendió, porque no sabía que en Cuba existiera un oficio consistente en que una persona lee a los trabajadores mientras estos fabrican puros. El lector de tabaquería lee los periódicos del día, pero también obras literarias, que a veces pueden ser novelas apasionadas, de esas que mantienen en vilo a la audiencia hasta ver en qué quedan los devaneos amorosos de sus protagonistas. Mientras, los oyentes siguen con su tarea, aunque supongo que con algún «¡oh!» de vez en cuando, una media sonrisa, un gesto…
La cosa es que Cuba ha reconocido al lector de tabaquería como Patrimonio Cultural y ha solicitado a la UNESCO que haga lo mismo. A mí me da que pensar este oficio, sobre todo en este mundo en que cada uno se pone sus cascos en el trabajo, en el metro y hasta en la cena familiar si hace falta, y escucha su música particular o a su tertuliano favorito, ejerciendo su derecho de autonomía auditiva.
Recuerdo haber visto en el refectorio de algún monasterio, hace años, a un fraile que leía textos sagrados a los monjes durante las comidas. Parecía una forma de aprovechar ese tiempo, pero también, pensé, una manera de desaprovecharlo sin conversar con el otro.
Hace poco, un conocido me dijo que se había comprado una cinta de correr para casa y que mientras practicaba deporte sin salir de la habitación, su mente se escapaba al espacio exterior gracias a que escuchaba novelas descargadas en su teléfono y leídas por una aplicación llamada «Cool reader». El invento lee con voz metálica y monótona, no con la dulzura, dramatismo, inflexiones, tonos…que se le suponen a un lector humano, pero sirve para salir de la realidad propia y meterse en la ajena, que es de lo que se trata.
Por un lado, la figura de un lector al que escucha con atención una audiencia tiene algo de romántico que me gusta; pero por otra parte, me molestaría que me impusieran a un autor o un texto insoportables… Y lo que es peor: me ocurre que en cuanto alguien me lee un texto un poco largo, me evado y me pongo a pensar en mi propia novela.