Publicar después de muerto
Leo en el periódico que se publica un nuevo libro de Juan Ramón Jiménez, 38 poemas inéditos dedicados a su amada Zenobia Camprubí. Son poemas que se hallaban dispersos y que alguien se ha ocupado ahora de recopilar y ordenar.
A mí me llama la atención que cada poco tiempo surjan novedades editoriales de autores fallecidos. Así ha sido con Cortázar, con Borges y con muchos otros.
En ocasiones, estos textos de segunda oportunidad son obras que el escritor no quiso publicar porque no le gustaban y las reconocía como malas, impropias de él, ensayos tempranos, inmaduros o juveniles. Otras veces supongo que era un autor entregado a su oficio de escribir, pero despreocupado de la engorrosa tarea de procurarse un editor y una editorial. También, por qué no, imagino que habrá autores desordenados que ni siquiera recuerdan haber escrito esas páginas de calidad que abandonaron en un cajón o que han perdido en las profundidades más inaccesibles de su ordenador. Y existen casos de escritores profundamente tímidos, deprimidos o que no se querían nada a sí mismos, como pudo ocurrirle a Kafka, a quien conocemos gracias a la desobediencia de su fiel amigo Max Brod.
Por un lado, contar con un escrito nuevo de un autor desparecido es una alegría para los lectores; pero por otro puede ser una violación de su intimidad, sobre todo cuando se airean sus cartas, sus escritos privados o nacidos de un momento de ira, de amor, de debilidad, de confusión alcohólica…, fruto de esas situaciones que llevan a escribir algo de lo que arrepentirse a la mañana siguiente.
Es posible que algunos hallazgos se agradezcan, pero otros no representan más que una profunda decepción para los lectores y una manera de hacer caja para los herederos del escritor.
Sea por las razones que fuera, y reconociendo que a veces me he alegrado, y mucho, con hallazgos literarios inesperados, las publicaciones póstumas tienen algo de inquietante, de falta de respeto, y no puedo dejar de preguntarme qué pensaría el autor si estuviera vivo.
dante
Coincido. Probablemente esta póstuma «traición» a nivel literario sea un estigma inevitable para los autores célebres.
Estrella Flores-Carretero
Tienes razón. Gracias por comentar. Saludos.