¿Inspiración, copia, plagio?
Todo está inventado y las historias se repiten, pero una cosa es inspirarse en lo que ya existe y otra plagiar descaradamente. ¿Estamos en un mundo de copiones?
Leí hace unos meses que el escritor Ruyard Kipling, autor de El libro de la selva, copió partes considerables de su novela. Él mismo lo reconoció en una carta. Admitía haber sido «promiscuo» en la recopilación de textos para documentar su obra, y concluía: «No puedo recordar qué historias he robado».
Según algunos datos, más del 30 % de lo que hay actualmente en Internet está copiado, duplicado de otras webs. Sin embargo, yo creo que antes de la era digital resultaba más fácil plagiar que hoy en día. Es verdad que ahora tenemos el copia y pega, algo que nos facilita enormemente la vida, pero por eso mismo también al plagiador se le pilla enseguida: Google lo sabe todo.
Antiguamente, los libros eran menos; las ediciones, pocas; la distribución, reducida; las tiradas, exiguas; solo los elegidos sabían leer, y aprender idiomas era impensable. Así que cualquiera con cultura y un poco de mundo podía exportar en los bolsillos de su memoria una novela, una canción, un cuento… y apropiársela sin que nadie se enterara.
Insignes plagiadores
El plagio en la literatura es tan antiguo como ella. Enlacé en mi Facebook un interesante artículo sobre insignes plagiadores, como Valle-Inclán, Neruda, Carlos Fuentes, Cela… Por una parte, hay gente que tiene la cara muy dura y se dedica a eso que eufemísticamente se ha dado en llamar «intercontextualizar». Por otra, existen argumentos tan manidos y banales que se le pueden ocurrir al más tonto, de manera que acusar a alguien de copiarlos sería injusto. Y también existen fenómenos como el de la criptomnesia que permiten exculpar al plagiador; al parecer, es posible copiar sin querer: la memoria oculta en nuestro inconsciente puede aflorar de repente e inducirnos a pensar que una idea brillante se nos ha ocurrido a nosotros. Dicen que eso le pasó a beatle George Harrison cuando calcó de otro autor la canción de My Sweet Lord.
En estos días de promoción de mi novela Piel de agua me preguntan siempre en qué me he inspirado. Yo creo que cada uno de nosotros somos únicos e irrepetibles y nuestras vidas y tradiciones también. Eugenio d’Ors decía: «Solo hay originalidad verdadera cuando se está dentro de una tradición. Todo lo que no es tradición es plagio». Pues eso, si sabemos mirarnos con nuestra mirada y no con la de los demás, no hay lugar para el plagio.