El papel de la ética ante los fondos “Buitre”
A menudo usamos nombres de animales para insultar o menospreciar a otros. Decimos que alguien es «malo como una víbora», «loco como una cabra», o «ignorante como un burro». En ese mismo tono despectivo, llamamos “buitre” a quienes se aprovechan de la desgracia ajena.
Los buitres son aves carroñeras que se alimentan no solo de animales muertos, sino también de los moribundos, esperando el momento oportuno para sacar provecho. Sin embargo, los animales actúan por instinto y cumplen un rol imprescindible en el equilibrio de los ecosistemas. No tienen ética ni conciencia porque no las necesitan; nosotros, como seres humanos, sí. Y aquí radica la gran diferencia.
Por eso resulta tan grave que detrás de los llamados fondos buitre haya personas que deliberadamente eligen anteponer el beneficio económico a cualquier principio ético. Estos fondos de inversión de alto riesgo compran deuda por valores irrisorios, aprovechándose de empresas al borde de la quiebra o familias que no encuentran salida a su situación financiera.
Como escribía Eduardo Galeano, «la división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder». Algo similar ocurre aquí: los fondos se especializan en ganar siempre, sin importar quiénes pierdan.
El modelo de negocio es claro
Compran a precios de saldo las deudas de quienes ya no pueden sostenerse. Estas deudas, en muchos casos, son vendidas por bancos que prefieren recuperar algo en lugar de arriesgarse a no cobrar nada. Pero el fondo buitre no busca reflotar la empresa ni ayudar a las personas. Su única motivación es obtener una ganancia rápida y desproporcionada, vendiendo lo adquirido a precios inflados o aplicando métodos de cobro implacables.
Genera un impacto social devastador
Esta práctica perpetúa la miseria de quienes ya están en una situación desesperada. Tal como señala el economista Joseph Stiglitz, «los fondos buitre buscan maximizar su beneficio a costa de aquellos que están en su momento más vulnerable, sin tener en cuenta el daño colateral que causan».
El papel de quienes facilitan la existencia
Es fácil condenar a los fondos buitre desde una posición externa, pero no debemos ignorara aquellos que invierten en ellos sin cuestionar su origen, los bancos que ceden sus deudas a estas entidades y, una sociedad que permanece indiferente es en mayor o menor medida, responsables. Decía Martin Luther King, «no me preocupa el grito de los violentos, sino el silencio de los buenos».
Frente a estas prácticas
Se debe reivindicar el valor de la ética empresarial. Una empresa no es solo un negocio; es una comunidad que impacta en su entorno y en las personas que la conforman. El filósofo Ludwig Feuerbach, decía que «la verdadera religión es la ética», y actuar con principios no solo es correcto, sino también rentable para las organizaciones. Porque:
- Construye confianza: las empresas que respetan los códigos de conducta promueven valores y actúan con transparencia logran la fidelización de clientes, trabajadores e inversores.
- Mejora la productividad: las personas que trabajan en un entorno ético y justo están más motivados y comprometidos.
- Previene problemas: cumplir con la ley y operar de forma transparente evita conflictos legales, corrupción y desprestigio.
- Promueve un impacto positivo: una empresa ética no busca el beneficio de unos pocos, sino el bienestar colectivo, contribuyendo a una sociedad más justa y equitativa.
Como ejemplo de este compromiso ético, desde mi perspectiva todas deben adoptar políticas de responsabilidad social corporativa, es decir, equilibrar la rentabilidad con la sostenibilidad y el impacto positivo en las comunidades.
Hace unos años, el fotógrafo Kevin Carter conmovió al mundo con la imagen de un niño desnutrido en Sudán, acechado por un buitre. Aunque la fotografía generó una oleada de indignación, también dejó un mensaje claro: no basta con sentir compasión, debemos actuar.
Nuestra supervivencia, tanto como individuos o como sociedad, depende de cómo elijamos actuar frente a estas prácticas, porque como decía Gandhi, «la riqueza sin ética es uno de los siete pecados sociales».