No solo de novedades vive el lector
Cada día podemos leer críticas de novedades literarias, del libro que acaba de publicar un escritor de prestigio o del último premio en un popular certamen, pero pocas veces encontramos un comentario sobre obras de hace 25, 50 o más años, ¿por qué no?
Es verdad que cuando se hace una nueva traducción o una reedición de un libro ya conocido, los especialistas en literatura se apresuran a contárnoslo; también tras la muerte de un autor nace una fiebre por recuperar toda su obra pasada. Sin embargo, no sabemos nada de esas novelas magníficas que dejaron de estar de moda hace ya tiempo.
Viene esto a colación porque la semana pasada me sorprendió encontrar un artículo sobre Cañas y Barro, la novela de Blasco Ibáñez, publicada en 1902. El comentario estaba en un blog que sigo: Las lecturas de Mr. Davidmore, y como no podía ser de otro modo, decía que le había parecido buenísima.
Esto me hace reflexionar sobre el importante papel que tenemos profesores y padres para acercar a los jóvenes toda esa buena literatura que a ellos tal vez les cueste descubrir, puesto que raramente van a encontrar críticas, comentarios, artículos o posts al respecto. Más allá de las modas, de la necesidad de los periodistas por ofrecer actualidad y de los legítimos intereses del marketing editorial, existen miles de libros por redescubrir.
El ayer también existe
Tendemos a pensar que todo el mundo conoce a autores como Blasco Ibáñez, Torrente Ballester, Delibes… Escritores ya considerados clásicos y que podemos estudiar gracias a la utilísima web del Instituto Cervantes. Pero hay muchos otros, unos ya desaparecidos y otros presentes, aunque injustamente olvidados, con los que conviene reencontrarse.
Nosotros no nacimos ayer, pero nuestros alumnos sí, o casi. No demos nada por supuesto. Hay que animarlos a acercarse no solo a lo más actual y no solo a los clásicos, sino también al pasado más reciente, a esas buenas novelas de hace 10, 25, 50 años. Y con ellos, nosotros también tenemos que redescubrirlas.