¿ROMPER CON UN SOCIO? HAY QUE SABER MANEJAR LAS EMOCIONES
Cuando una persona se une a otra en la creación de un negocio es porque, juntos, duplicarán su capacidad de acción empresarial. Estar acompañados en el proceso supone redoblar el esfuerzo, la estrategia, las aportaciones de todo tipo. Pero esto no siempre ocurre. En ocasiones, las visiones que confluían en un principio se vuelven divergentes.
Los seres humanos somos los más sociales de todas las especies animales. Necesitamos de los demás para sobrevivir en nuestro largo e indefenso camino hasta la etapa adulta, no podemos desarrollarnos como personas sin establecer lazos afectivos y nos resultaría imposible alcanzar metas, enriquecer ideas, completar tareas de forma rápida… sin apoyarnos en los demás.
Pero las relaciones humanas que hoy suman pueden mañana dividir. Si los conflictos afectan al normal rendimiento de la empresa, dificultan las relaciones laborales y merman el bienestar personal, es mejor optar por la ruptura.
No voy a hablar de los mecanismos legales para disolver una sociedad, que no son mi competencia, sino de los recursos emocionales para no resultar herido en el proceso de separación.
Estar seguros. Lo ideal sería que las personas que participan en una empresa pudieran solucionar sus diferencias y afianzar su unión para lograr los objetivos propuestos. En toda relación humana surgen crisis que, con frecuencia, se pueden superar. Para ello, hay que ser capaces de hablar claramente y plantear las diferencias en cuanto a expectativas, estrategias y dedicación. Es preciso tener un buen entrenamiento emocional que permita gestionar los desacuerdos para lograr el consenso y la pervivencia de la corporación. En ocasiones, lo más útil es recurrir a un mediador externo. Existen terapias para sociedades que analizan las amenazas para el buen funcionamiento empresarial, las diferencias en los objetivos, la desigualdad en la dedicación… y también los problemas personales más comunes, como falta de comunicación, desmotivación, rivalidad. Después, es posible establecer soluciones.
Dar el paso. Cuando la separación es la mejor opción posible, no hay que perder el tiempo. Prolongar una agonía nunca es una buena idea. Con independencia de los trámites administrativos para cambiar la sociedad, es indispensable saber manejar las emociones para hablar con claridad, abordar las conversaciones incómodas con valentía y asertividad, sin dañar a la otra parte, pero sin renunciar a los propios derechos. Se trata de poder establecer pactos en los que ambos puedan ganar sin caer en el enfrentamiento personal.
Mirar al futuro. En mi opinión, el mundo es realmente pequeño para enemistarse con nadie. ¡Quién sabe si más adelante nos encontraremos de nuevo en otros negocios! El rencor y el resentimiento son emociones que solamente dañan a quien las sufre. Es innecesario, inútil e inconveniente hablar mal de otros o perseguir la venganza. En vez de eso, será mejor para nuestro bienestar felicitarnos por dejar atrás una relación que no funcionaba y por poder mirar hacia delante con ánimos renovados.
Tener un plan B. La decisión de romper con un socio puede ser una ventaja si se sabe qué habrá después. Por supuesto que, antes de plantear la ruptura conviene anticipar el futuro, salvar información, recurrir a un asesor legal, determinar de quién son los clientes, etc. Y a partir de ahí, emprender un nuevo camino y, por qué no, con un nuevo socio.
Y la próxima vez, no olvidemos nunca las sabias palabras de Fernando Trías de Bes: «Los criterios más importantes para escoger socios son, por este orden: honradez y valores alineados con los suyos».