ESTRELLA FLORES-CARRETERO
MADRID

Soy psicóloga, profesora, empresaria y escritora, aunque no necesariamente por ese orden. Tengo tres novelas publicadas: «Duele la noche», «Piel de agua» y «Días de sal».

Duele la noche
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El blog de Estrella

Vivan las nuevas tecnologías… O tal vez no

Por el 24/09/2017

Hay escritores que escriben sus novelas a mano, o eso dicen. Me cuesta imaginar la dificultad y el trabajo que conlleva la escritura manual frente a las ventajas y la comodidad de las nuevas tecnologías.

 

Nuevas tecnologías

 

Estaba buscando unas fotos en internet y al poner la palabra «escritor» solo aparecía gente escribiendo a mano, con plumas y plumines. Parece que todavía el imaginario colectivo asocia la idea de la escritura a la pluma y no al teclado. Pienso en si las nuevas generaciones sabrán interpretar una foto en la que se ve un tintero para mojar la punta de una pluma de ave.

Me ocurre lo mismo cuando viajo por carretera y veo esa señal de paisaje pintoresco con una cámara fotográfica de fuelle, de esas que solo sería posible encontrar en un buen anticuario. Cualquier joven se preguntará qué es ese extraño objeto.

Sigo navegando, movida por la curiosidad, y me encuentro con que el escritor Mario Vargas Llosa confiesa escribir a mano sus novelas. Y también la autora estadounidense Amy Tan dice que redacta los primeros borradores de sus libros siempre a mano.

En cuanto al instrumento para la escritura, leo que la premio nobel Toni Morrison utiliza ¡un lápiz! Neil Gaiman, el británico, afirma que redacta con pluma, para ralentizar su escritura de manera que sea legible y poder pensar mientras tanto. Algo más moderna es J. K. Rowling, ya en la era del boli: «Por alguna razón prefiero un bolígrafo negro a uno azul, y en un mundo perfecto siempre usaría hojas rayadas finas», veo que declara en un portal de literatura.

Hay otro grupo de escritores que utilizan máquinas de escribir. Tom Wolfe, por ejemplo, o Don DeLillo, que dice que necesita el ruido de las teclas, que le sobreviene la creatividad a fuerza de aporrear palabras. Y bueno, ahí está La historia de mi máquina de escribir, el libro homenaje de Paul Auster a su inseparable compañera de trabajo.

Regreso al pasado

No es que me parezca mal. Está comprobado que la escritura manual activa áreas del cerebro que contribuyen a la memorización y a la comprensión. En este mismo blog he defendido sus ventajas. Y supongo que la máquina de escribir es un paso más allá, sobre todo si es eléctrica, algo que en su momento fascinó a Gabriel García Márquez, según encuentro en otra web, pero así todo ¡me sorprende tanto que se pueda hacer el trabajo ingente de una novela de forma manuscrita!

Yo utilizo mi ordenador. Me parece imprescindible para hacer búsquedas de situaciones y personajes, cosas que a veces olvido, cambios o añadidos que necesito incluir; lo necesito para revisar la ortografía, numerar automáticamente las páginas, saber la extensión aproximada que tendrá el libro en imprenta, comprobar datos históricos y documentarme en la red, corregir, reescribir… ¡Uf, adoro las nuevas tecnologías!

Aunque, ahora que lo pienso, igual yo también debería buscar una pluma por los cajones de casa, porque en vez de centrarme en mi nueva novela, llevo toooooda la mañana perdiendo el tiempo en internet…

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