Y colorín colorado… este libro se ha acabado
El final es importante, pero no siempre es lo más importante en una novela.
El final de toda obra literaria es una parte imprescindible del libro –hasta la Historia interminable se acaba–, pero no tiene por qué ser la parte decisiva ni resolutoria. No es más que el punto final de toda novela, que, como la vida misma, no puede prolongarse eternamente.
Finales para todos los gustos
Hay muchos tipos de finales descritos en literatura: los finales cerrados, en los que todo queda atado y bien atado, para gusto o disgusto del lector; los finales abiertos, que nos permiten interpretar lo que más nos apetezca según el criterio de cada cual; los finales previsibles, esos que no nos sorprenden en absoluto y que resultan decepcionantes, porque no hay nada peor en una historia que el robo de la sorpresa; los finales felices, que nos dejan una sonrisa en los labios y nos inflan el corazón de optimismo; los finales tristes, que provocan indignación contra las inevitables injusticias de la vida; los finales memorables, como esos fatídicos de las grandes tragedias; los finales tipo «continuará», en los que barruntamos que el autor planea segundas, terceras… partes previo pago de su importe. Y luego están los finales inexistentes, esos en los que el lector llega a la última página, lee la línea de cierre y se pregunta «¿ya?»; son un mero «se acabó» porque tocaba, sin más consecuencias.
Ocurre a veces que al terminar un libro no nos importa que el final no sea brillante, porque el acompañamiento, las horas que hemos pasado recorriendo sus páginas, han resultado deliciosas. Viene a ser como hacer un trayecto con alguien desconocido, un rato de agradable charla, intuiciones, suposiciones… y después un adiós, sin más, con la seguridad de que no volveremos a encontrar a esa persona en nuestro camino.
Por el contrario, en ocasiones, un mal libro se arregla con un buen final. Y no lo digo porque sea una liberación terminar con una pesada historia, que lo es, sino porque el final constituye una parte importante en toda novela que puede dejarnos un agradable sabor de boca, igual que un postre exquisito nos hace olvidar una comida mediocre.
La frase final
En cuanto a las palabras, la frase o el párrafo elegido para terminar un libro, me llama la atención que, curiosamente, recordamos mejor los principios de novelas que los cierres. Ignoro por qué.
Para mí el mejor final es el que temo: no quiero que la novela que estoy leyendo se acabe. Veo cómo van adelgazando las páginas pendientes y sé que irremediablemente llegará el fin, ese que va a dejarme un vacío, que me hará perder la compañía de los personajes con los que he compartido unos días y un montón de sensaciones. Hay relaciones que cuesta romper.