Amigos y negocios, ¿una buena idea?
Hacer negocios con amigos puede ser una gran idea siempre que evitemos una catástrofe mediante una adecuada gestión emocional. Un amigo es alguien con quien nos sentimos bien, una persona en la que confiamos, en la que apoyarnos, que nos estimula para alcanzar nuevos retos. Y todo esto es positivo para nuestro bienestar emocional y para el arriesgado camino de emprender una aventura empresarial. O no.
También puede ocurrir lo contrario: que la amistad dé al traste con el negocio, que perdamos el dinero y el amigo. Una encuesta reciente de la Harvard Business School revelaba que el 40 % de las nuevas empresas se fundan entre amigos y que eso incrementa un 29 % el riesgo de fracaso.
Las cuentas claras
El problema más habitual en los negocios con amigos suele ser el dinero. Da igual que nuestro amigo siempre se empeñe en pagar en los bares; la relación cambiará una vez que se inicie un negocio común. Las personas tienen necesidades diferentes y la valoración del propio esfuerzo no suele estar relacionada precisamente con la objetividad.
Por eso es importante dejar clara la relación con el dinero; es decir, hablar de qué va a cobrar cada uno y cuáles serán sus responsabilidades. Si uno quiere, puede regalar su dinero a otro, pero una empresa no. Las cuentas deberán estar auditadas por un tercero, las aportaciones tendrán que ser convenientemente registradas y los préstamos deberán ser devueltos.
Todo por escrito
Incluso algo tan poco medible como el amor queda sellado en un registro de matrimonios o parejas de hecho. Así que una empresa, de la que pueden depender al menos dos familias y un buen número de clientes que contraten sus productos o servicios, debe formalizarse de manera legal.
Un negocio no puede ser un cúmulo de promesas, ilusiones y buenas intenciones. Es preciso definir su misión, visión y valores, los roles de cada uno, sus responsabilidades, la política empresarial, la estrategia a corto, medio y largo plazo… Contratar a un experto que redacte todos los futuribles posibles es una buena forma de cimentar con solidez un negocio con amigos.
No basta con conocerse
Al principio es normal hablar de lo bien que puede ir todo, pero es necesario contemplar también qué pasará si va mal. Escuchar, hablar abiertamente y discutir las posibilidades es un ejercicio clarificador que sitúa en la realidad a los amigos y compañeros de negocios, que permite contemplar el fracaso y que puede salvar la amistad en caso de que la empresa no funcione.
Tampoco en el día a día hay que dar por sentado que ya nos conocemos, que pensamos lo mismo, que lo sabemos todo del otro. Comprometerse a decir lo que cada uno opina, a gestionar las discrepancias de manera constructiva y a mantener los canales de comunicación abiertos es esencial para la buena marcha de la empresa. Se trata de tener una buena formación en educación emocional.
El apoyo tiene un límite
Ser empáticos en el trabajo es fabuloso, porque pasamos muchas horas dedicados a nuestra tarea profesional y está muy bien contar con un amigo de verdad. Pero no hay que involucrarse hasta el punto de que la productividad se vea mermada. Cuando las responsabilidades están bien establecidas, hay que dar y exigir la cantidad de esfuerzo acordada.
Uno no puede dedicar su jornada a resolver los problemas del otro. Nadie tiene derecho a convertirse en una carga para los demás y nadie debería aceptar el papel de soportar al compañero hasta el punto de renunciar a sus legítimos intereses.
El hombre más rico de la historia, decía que:
«una amistad basada en los negocios es mejor que un negocio basado en la amistad».
Rockerfeller.
No sé si tenía razón, pero estoy segura de que el segundo caso puede ser doblemente satisfactorio y pienso que pocos llegan a practicarlo desde la honestidad.