Cuidar de tus empleados es cuidar de tu empresa
Es normal que las empresas busquen aumentar su productividad porque asumen grandes riesgos, invierten mucho dinero y tienen que hacer frente a costes implacables; también porque la competencia es durísima y porque cada día se juegan su futuro. Pero todo esto no puede llevarlas a descuidar a las personas, que son los pilares básicos de toda actividad empresarial. El agotamiento de los empleados no eleva la productividad, sino que conduce al colapso.
Valorar la productividad por encima de las personas provoca enfermedades, bajas laborales, absentismo, desapego hacia el puesto de trabajo, alta rotación del personal, aumento de los errores… Cuando los trabajadores se sienten agotados y presionados se crea un clima negativo que se contagia a todo el equipo y que trasciende a los stakeholders, a empleados, proveedores, clientes… Eso sin contar las implicaciones legales que puede tener el no respetar los derechos más elementales. ¿Cómo priorizar a las personas para que se sientan cuidadas?
1. Respetar el tiempo personal
Las nuevas tecnologías y el teletrabajo pueden llevarnos a nosotros y a las propias empresas a invadir la vida privada. A veces sin darse cuenta se acepta estar siempre de guardia. La empresa debe poner límites a sus correos electrónicos, whatsapps, llamadas a cualquier hora… Lo contrario afectará a la estabilidad emocional de la persona y, por supuesto, dañará su convivencia familiar, de pareja y al final en el trabajo.
2. No primar el presentismo “porque sí”
Los sistemas de fichar a la entrada y a la salida continúan vigentes en muchos centros de trabajo públicos y privados. En España en concreto, son obligatorios por el Estado, desde hace dos años. Sería ideal que la gente cumpliera con los objetivos de productividad sin contar los minutos de presencia en la sede de su empresa y que fuera confiable y honesta. Pero no es así. No obstante, hay que establecer una política de flexibilidad que permita a las personas organizarse para atender su trabajo y compatibilizar con la vida familiar y personal sin sufrir la tiranía del reloj.
3. Establecer expectativas realistas de productividad
El escritor Josep Pla decía que:
«el derecho del obrero no puede ser nunca el odio al capital; es la armonía, la conciliación, el acercamiento común de uno y del otro».
Así es. Cada empresa debe tener sus indicadores clave de rendimiento. Es básico medir y supervisar los logros para adaptarlos a cada equipo, a cada proceso, a cada individuo; hay que analizar todos los factores que influyen en la productividad, incluyendo el diseño del espacio, los horarios, las políticas de bienestar…
Y para ello es también básico preguntar a las personas sobre su desempeño, qué influye en su trabajo, cómo podría organizarse mejor, hablar a menudo en un ambiente de diálogo continuo y sin olvidar que la productividad debe ser dinámica y flexible, adaptada a cada momento y situación.
No olvidemos que crear responsabilidad en la persona es cuidarla y, cuidarla, no es exigir productividad de forma arbitraria, autoritaria y poco realista. Porque esto último, sólo conducirá al fracaso de un negocio, que es lo mismo que ir en contra de cualquier objetivo de una empresa.