Convertir la envidia en oportunidad de mejora
Decía Borges que:
«Los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: «es envidiable»».
La envidia es un sentimiento muy español, sí, pero también universal. Y como tal se da en todos los ambientes, incluido el laboral.
A nadie le gusta reconocer que siente envidia y por ello se ve obligado fingir, a felicitar al compañero que ahora se convierte en jefe cuando no lo merecía o a elogiar a la colega ascendida que pone en su despacho la foto de su preciosa familia y que no parece tener ninguna tendencia al sobrepeso. La envidia daña las relaciones, deteriora el espíritu de equipo y menoscaba la productividad empresarial, pero, sobre todo, perjudica a quien la siente. ¿Cómo manejar esta emoción?
Aceptar la emoción. La envidia es difícil de gestionar porque nos resistimos a admitir que tenemos un sentimiento tan inaceptable. Reconocer lo que nos pasa es el primer paso para lidiar con una emoción tan destructiva; solo así seremos capaces de reorientarla.
Evaluar los daños colaterales de la envidia
Cuando no se gestiona adecuadamente esta emoción, se convierte en una obsesión que puede destruir el bienestar propio y ajeno; el trabajo en equipo se resiente y la imagen personal también, porque uno no es capaz de cooperar sino de competir. Sentir envidia aumenta el estrés y, en vez de construir para uno mismo y para la empresa, solo se trabaja para destruir al otro.
Identificar qué nos provoca envidia
Cuando envidiamos a alguien tendemos a distanciarnos de esa persona y a menospreciar sus logros. Una pena, porque podríamos disfrutar de su amistad y compañerismo y porque, probablemente, aprenderíamos de sus buenas ideas, de su desempeño, incorporar lo que no tenemos y mejorar nuestras carencias. Lejos del distanciamiento, es preferible identificar qué envidiamos y qué podríamos hacer para alcanzar nuevas metas.
Enfocarse en uno mismo
Envidiar al otro es valorar lo que él tiene y menospreciar lo que nosotros poseemos. Compararse con los demás puede ser frustrante: siempre vamos a encontrar personas más capaces, más guapas, con mejor salario… En vez de eso, uno debería compararse con su propio progreso, ver cuáles eran las capacidades personales al principio de la profesión y cómo ha crecido en conocimientos y habilidades. Esto ayuda a sentirse más seguro de sí mismo, a valorarse más.
Tomar medidas
Sentir envidia es paralizante; gestionar la envidia puede ser enriquecedor. Si sabemos que la inseguridad en el trabajo está detrás de nuestro malestar, podemos estudiar para formarnos mejor, ofrecernos voluntarios para aprender nuevas tareas, ayudar a quien pueda enseñarnos… Se trata de luchar por ser mejores y conseguir superarnos en aquello que envidiamos.
Aceptar la realidad
Es verdad que no todo se puede conseguir, por ejemplo, no volveremos a ser jóvenes o no lograremos aumentar nuestra estatura. Pero tenemos otros valores. Aceptar nuestras limitaciones, tener afán de superación y reconocer que la envidia es natural pero controlable, nos permitirá ver la emoción dañina como un medio para mejorar nuestro desempeño y nos ayudará a querernos a nosotros mismos. Además, seremos capaces de felicitar sinceramente a los demás por sus logros.