Cómo crear una empresa emocionalmente inteligente
Las compañías han cambiado. Ahora necesitan que sus empleados vivan el trabajo como una experiencia positiva en un entorno al que desean pertenecer, que se sientan vinculados con su empresa, interconectados con el equipo y motivados para seguir obteniendo resultados positivos.
No es una utopía lograr un ambiente de trabajo en el que las personas se sientan valoradas, ilusionadas por participar en una misión común y con la habilidad para establecer consensos incluso entre individuos diametralmente opuestos. Es, simplemente, cuestión de educación emocional.
Y esto puede y debe aprenderse mediante programas formativos que evalúen la inteligencia emocional de los trabajadores y planifiquen cursos individuales y grupales que reviertan en bienestar, esa ventaja soñada que conduce a retener el talento y aumentar la productividad.
¿Para qué sirve la educación emocional en la empresa?
1. Identifica las emociones.
«Las emociones son los capitanes de nuestras vidas y las obedecemos sin siquiera darnos cuenta»
Van Gogh.
Y así es: a menudo, no somos conscientes de lo que nos ocurre, y como no se puede gestionar lo que no se conoce, lo primero es aprender a identificar y nombrar las emociones propias para poder manejar los problemas que las causan. En un entorno de estrés, como es la empresa, resulta imprescindible reconocer cuál es el origen de la desmotivación, la ira, el desapego, la frustración, el burnout…
En ocasiones, basta con detectar carencias como la poca valoración de los empleados, su falta de identificación con los valores de la empresa, el distanciamiento de la ética empresarial… o cualquier malestar sutil que genera emociones incompatibles con el orgullo de pertenencia.
2. Reconoce las emociones propias y ajenas. Aprender a identificar las emociones que siente cada uno permite también reconocer las de los demás. Por eso la formación empresarial en emociones debe implicar a todos y cada uno de los que forman parte de la empresa, de arriba abajo y de abajo arriba.
3. Capacita a las personas para gestionar emociones. La gestión emocional es la clave para la resolución de problemas y sirve en cualquier tipo de empresa, desde las que atienden a pacientes y sus familias hasta las que venden productos en la otra punta del planeta, pasando por quienes trabajan en la educación o proveen noticias a los medios.
Los empleados emocionalmente inteligentes no solo saben gestionar sus emociones, sino también las relaciones con los demás, de manera que pueden tener autocontrol, capacidad de escucha, comprensión, empatía, cultura de trabajo inclusiva y colaborativa… Aptitudes y actitudes necesarias en la empresa.
4. Las emociones son una ventaja competitiva. La gestión emocional permite que los trabajadores sean mejores en el desempeño de su trabajo simplemente porque son más felices. Las emociones son el motor de las personas y también de las empresas, que no son otra cosa que un grupo de personas con una misión común. Confían en sus habilidades, porque tienen competencias personales, sociales y profesionales.
Además, no se abandonan cuando ocurre algo decepcionante, sino que responden con resiliencia y deseos de afrontar nuevos retos y desafíos. Saben interactuar con todo tipo de individuos y sus estados de ánimo, tienen una mayor comprensión y se comunican mejor. En definitiva, sienten que la reputación de la empresa es la suya propia.
Invertir en formación emocional en la empresa es invertir en su éxito.