¿Por qué es necesaria la cooperación entre las mujeres?
Se dice a menudo que las mujeres que alcanzan puestos directivos no se apoyan entre sí, sino que rivalizan entre ellas. Puede que esa afirmación solo sea una más de las desacreditaciones de la sociedad patriarcal en la que vivimos. O puede que tenga sus razones.
En Europa, solo el 14 % de los puestos en los consejos de administración están ocupados por mujeres. Las cifras nos dicen que aún queda un largo camino por recorrer y que, entremedias, debemos deshacer los estereotipos que afirman que las mujeres no nos apoyamos.
La sociedad en la que nacemos es competitiva, nos enseña desde la infancia que tenemos que ser los mejores y luchar por los primeros puestos. Somos muchos y el pastel para repartir es muy pequeño.
Sin embargo, las niñas aprenden pronto que su rival no es el hombre porque no van a poder competir con él: sus padres, sus maestros, todo el mundo considera que un niño es valiente y fuerte mientras que una niña no pasa de ser una bella princesita. Con el tiempo, muchas mujeres han interiorizado que tienen que ser competitivas, sí, pero han asumido que no deben serlo en relación con los hombres porque ellos ya nacieron con el papel protagonista asignado. Por lo tanto, solo les queda competir con otras mujeres.
No es esta mi experiencia. Siempre he trabajado muy a gusto con mujeres y, en la medida de mis posibilidades, he contribuido colocarlas en la posición que merecen, a denunciar las dobles jornadas, a facilitar la conciliación personal y profesional.
Las mujeres, al igual que los hombres, debemos velar por la igualdad de género. Estas son algunas formas de conseguirlo.
1. Estar atentos a las barreras que se ponen a sí mismas las mujeres para su desarrollo profesional. Hay que promover su participación en todos los ámbitos y posibilitar su acceso a los cargos de responsabilidad.
2. Facilitar la corresponsabilidad en los espacios privados. De cada catorce personas que no pueden trabajar por tener que asumir responsabilidades familiares, trece son mujeres. Ellas dedican exactamente el doble de horas que los hombres al trabajo doméstico, según la última encuesta del Instituto Nacional de Estadística español. Las dobles jornadas no deben recaer exclusivamente sobre las mujeres.
3. Procurar la paridad en todos los departamentos y niveles empresariales, no solo por una cuestión de justicia, sino también porque está demostrado que mejora la productividad en las empresas.
4. Liderar de manera democrática, dialogando, escuchando, delegando en los equipos con confianza. Es importante establecer canales de comunicación siempre abiertos para que las jerarquías de un sexo sobre el otro no puedan tener lugar en nuestra empresa. Tenemos que saber que nuestros enemigos no son las mujeres ni los hombres, sino el sistema patriarcal.
No debemos olvidar que para algo hemos inventado el hermoso término «sororidad», una palabra latina que nos habla de la hermandad entre mujeres. Nuestra forma de liderar va contra el individualismo y la desigualdad. Nuestro futuro, y por tanto el de la humanidad, está en cooperar y ser solidarias entre nosotras. Juntas sumamos.