El don de gente: habilidad emocional en los negocios
Estar cualificado para el desempeño de una profesión requiere conocimiento, experiencia y también don de gentes; es decir, tener habilidades sociales para tratar con las personas. Todos conocemos médicos que, con independencia de su sabiduría y ojo clínico, son incapaces de ponerse en el lugar de sus pacientes, informarles adecuadamente y tranquilizarlos. Son personas incompletas que no pueden hacer felices a los demás y, consecuentemente, tampoco serlo ellos mismos.
El don de gentes no va de ser simpáticos y agradables, sino de saber establecer una profunda conexión con el ser humano que tenemos delante; algo fundamental en todos los ámbitos de la vida y, por supuesto, en las empresas, que están integradas, no lo olvidemos, por personas.
Existen individuos que parecen tener don de gentes desde la más tierna infancia, pero no es algo innato. Sin embargo, se trata de una habilidad que se puede y se debe entrenar, sobre todo si nuestro negocio tiene relación directa con público o clientes; aunque también cuando no es así, porque en todo trabajo se requieren estas habilidades para una mejor productividad. ¿Cómo adquirir don de gentes?
Asistir a cursos de formación. Invertir tiempo y dinero en mejorar las habilidades con las personas es una apuesta segura para tener éxito en el negocio y en la vida personal. La formación emocional tiene que ser individual, pero también corporativa.
Los grandes líderes empresariales, los conocidos CEO de afamadas corporaciones están perfectamente formados para comunicar de forma eficaz, persuadir, convencer, seducir y guiar a sus equipos hasta alcanzar las metas propuestas.
Interaccionar de forma humana. Es necesario mantener actitudes de escucha activa, estar verdaderamente interesados en el otro, hacer preguntas y esperar las respuestas. Da igual lo mucho que avance la tecnología, lo que de verdad quieren las personas es interaccionar en su trabajo con calidad humana; no son robots durante ocho horas al día. Cuando existen habilidades emocionales en los equipos, el clima laboral se torna positivo y altamente contagioso. Y, por supuesto, también se traslada a los clientes.
Ser «buena persona». Es hora de reivindicar a la «gente maja», esas personas que son pacientes, abiertas a la discordancia, dispuestas a echar una mano antes de que se lo pidan, con ganas de aprender, que saben rebajar la tensión y exhiben un saludable sentido del humor.
Tener educación. Los buenos modales se aprenden en la familia, pero no todo el mundo tiene la suerte de haber crecido en un entorno ideal. Decir gracias y por favor, saludar, hablar en el tono adecuado, respetar a los demás, mirarlos con afabilidad, sonreír… son gestos que acompañan el don de gentes.
Defender los valores. Se puede ser flexible, abierto de mente y cambiar de opinión siempre que sea necesario, y eso no obsta para que uno tenga valores inalterables de honestidad, integración de la diversidad, denuncia ante las conductas intolerables, solidaridad… y otros principios a los que no se puede renunciar de ninguna manera.
Hacer cumplidos. «El hombre más feliz del mundo será aquel que sepa reconocer los méritos de los demás y pueda alegrarse del bien ajeno como si fuera propio», escribió Goethe. Pues eso, no solo hay que saber elogiar, sino también disfrutar con los logros de los otros.