EL RESENTIMIENTO, UNA EMOCIÓN QUE NOS HACE DAÑO
El resentimiento es una emoción compleja que perdura en el tiempo. Está compuesto de ira, decepción, dolor, sorpresa, frustración… y se produce cuando alguien no se comporta según nuestras expectativas. Es importante ponerle solución cuanto antes.
No es raro que en una empresa se produzcan situaciones que generan resentimiento: cualquier injusticia puede ser la causa. Los líderes empresariales deben estar atentos para no provocar esta emoción tan destructiva para los individuos y las corporaciones. Somos personas antes que equipos; por eso, atajar el resentimiento personal es la única forma de avanzar en grupo.
Si en una corporación hay personas que no se dirigen la palabra, si se establecen bandos, si se cuchichea o se habla a espaldas unos de otros, si todos callan y se resignan ante el jefe…, el funcionamiento del equipo será nefasto y habrá sufrimiento individual. El resentimiento mina la confianza y es una rémora para la productividad.
A menudo, en la Escuela de Emociones, veo a gente que sufre por motivos laborales. Un jefe injusto, un compañero hiriente, un logro no reconocido… son situaciones que provocan una sensación de rabia permanente, un rencor que si no se ataja se enquista.
Los líderes deben entrenarse para evitar situaciones que puedan causar resentimiento en sus colaboradores y también para solucionar a tiempo las emociones negativas que minan la cohesión del equipo.
El resentimiento se da en todos los ámbitos de la vida, en el social, en las relaciones con amigos, con la familia o la pareja y en el terreno laboral. Cuando alguien siente rencor tiene que trabajar para liberarse de esa emoción tan dañina. Solo así dejará de sufrir. Para ello, mis consejos son:
Reconocer lo que sentimos. Analizar la emoción, saber qué sentimos y por qué, qué esperábamos, qué fue lo que nos decepcionó, hasta qué punto estamos afectados y qué vamos a hacer para solucionarlo. Hay que aceptar que no es posible cambiar lo ocurrido y que no tiene sentido dar vueltas a lo que deberíamos haber respondido y no dijimos. Eso ya pasó. Ahora toca asumir la situación y saber que no desaparecerá de un día para otro. El resentimiento cura despacio, pero el primer paso para acabar con él es reconocerlo.
Empatizar con quien nos ha hecho daño. Ponernos en el lugar de quien nos ha dañado no implica justificarle, sino entender qué le ha llevado a actuar así. Resulta difícil comprender una decisión corporativa que nos perjudica o acatar una clara injusticia, pero tenemos que pensar qué habríamos hecho si la decisión hubiera estado en nuestras manos. Además, debemos valorar aspectos como la influencia de su situación personal o laboral, de su educación, de su historia… y de todas las variables que puedan haberle llevado a hacer lo que haya hecho.
Comunicar nuestro dolor. Lo ideal es hablar con la persona que nos ha causado dolor. Una forma de curar una herida mal cerrada es abrirla, tener una conversación sincera sobre por qué nos sentimos mal y cuáles eran nuestras expectativas; eso ayuda a expresar nuestras emociones dolorosas, algo imprescindible para curarlas. En ocasiones, cuando no es posible conversar con el otro, tal vez podamos escribirle… Lo que siempre será viable es hablar con nosotros mismos: aceptar que los demás no son como deseamos, que todos cometemos errores, que cada uno es distinto y que somos el resultado de nuestras vivencias.
Perdonar. Una persona resentida en el ámbito laboral tiene que afrontar cada día la misma situación y relacionarse con quienes le han causado el daño, alimentando su enfado no resuelto, engordando su frustración. Es necesario afrontar el resentimiento para desear el perdón, no ya por el otro sino por nosotros mismos.
Hay una frase del dalái lama que me parece muy apropiada cuando hablo del resentimiento: «Si no perdonas por amor, perdona al menos por egoísmo».