¿Es mejor la novela o la película?

Me divierten esos comentarios que surgen inevitablemente cada vea que se hace una película de una novela.

Ahora que se lleva tanto la palabra maridaje en gastronomía, también podríamos hablar del maridaje entre la literatura y el cine, una relación que cuando está bien llevada enriquece a las dos partes y que cuando no casa deviene en un verdadero desastre.

Cada vez que un libro se convierte en película parece inevitable que surjan opiniones para todos los gustos, y me atrevo a asegurar que las peores críticas sobre un film suelen ser de aquellos que más disfrutaron con la novela. Es como si la pantalla traicionara el escenario que ellos habían imaginado para la historia o los actores usurparan el papel que tenían destinado para otros, incluso, quién sabe, si para ellos mismos.

¿Cómo han podido hacerme esto a mí?

Decía que me divierten los comentarios porque a menudo hay quien afirma estar «defraudado», «decepcionado» y hasta «indignado». O sea, que algunas personas viven la «traición» como un agravio personal y se toman muy a la tremenda que alguien ose destrozar en el cine una novela que les proporcionó sensaciones intensas, que es lo que ocurre con la buena literatura.

Reconozcamos que hay algunas novelas pésimas que, vistas en pantalla, nos hacen pasar un rato entretenido, y no voy a decir ninguna para no crearme enemigos. Existen historias ladrillo, esas que nos costó tanto acabar, pero que, pasadas a película, ganan, se entienden mejor, nos llegan más profundamente y nos hacen regocijarnos con la existencia del cine.

El caso opuesto son esos libros tan maravillosos que, haga lo que haga el director de cine, nunca podrá contarnos lo mismo con una imagen que con una página impresa. En esos casos, los cineastas más hábiles suelen optar por aclarar que su película solo está «basada en…» o que es una «adaptación libre de…». Aunque puede que ocurra como pasó con El resplandor, una historia trepidante contada por Stephen King de la que Stanley Kubrick hizo otra historia trepidante contada por él mismo. El resultado fue que Kubrick, cuando vio la película, dijo que esa no era su novela y afirmó: «Es como un coche muy bonito al que le falta el motor».

A veces, pocas, surgen novelas extraordinarias que dan lugar a películas extraordinarias. Se me ocurre como ejemplo El Gatopardo de Lampedusa llevada al cine por Visconti. Dos formas magistrales de narrar la misma historia con lenguajes diferentes. Y es que no me parece que literatura y cine puedan ser comparables porque son expresiones distintas. Por eso lo mejor es leer la novela, ver la película y disfrutar de ambas.

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