Fotolibros, el placer de mirar en vez de leer
No hace falta decir que me gusta leer: soy escritora. Para mí la lectura forma parte de las rutinas de cada día, tan necesaria como comer o dormir. Pero también disfruto con los libros de mirar.
El libro, con independencia de su contenido, es un objeto precioso. El formato, el papel y el diseño pueden lograr que lo que nos cuenta nos importe un pito. Prueba de ello es el furor que despierta el manuscrito Voynich, ese que nadie ha conseguido descifrar y que, sin embargo, tanto interesa, hasta el punto de que ya se venden ediciones en facsímil, por si acaso queremos intentarlo.
Están también los coffee table books, que no solo se compran porque quedan bien en la mesita del salón o porque no sabemos qué regalar, sino también, reconozcámoslo, porque nos encanta hojearlos, acariciar sus páginas satinadas, fijarnos en los detalles de cada imagen y valorar el cuidado de la edición hecha para seducir. Son libros a los que a veces acompaña un texto introductorio o unas páginas finales con una larga explicación que a menudo no leemos. Nos basta con mirar.
La pervivencia del libro
Un mundo aparte son los fotolibros, a los que la voracidad digital no ha podido deglutir. El fotolibro es un formato insustituible porque nos hace leer una imagen con tanta calma como si recorriéramos 40 líneas. A veces hay un pie que nos quiere narrar lo que vemos, y es bienvenido, aporta información, pero nos gusta ver cada rincón de la foto, cada esquina. Una fotografía es como un aforismo, algo que nos lleva a pensar, que nos hace reflexionar sobre su mensaje, que nos da libertad para la interpretación, que leemos con nuestro propio y privado lenguaje… como el manuscrito Voynich.
La poesía visual que se esconde en la vida no necesita grandes descripciones literarias. A veces basta con la imagen congelada en las páginas de un fotolibro.
El Centre de Cultura Contemporània de Barcelona, el CCCB, reivindica con una exposición el «Fenómeno Fotolibro», con más de 500 ejemplares de todo tipo, desde los libros con fotos artísticas a los de denuncia. Todo tiene cabida y es insustituible en las páginas de un fotolibro. Leer imágenes también es hermoso.
¿Tenéis fotolibros en casa?