La bonita costumbre de forrar los libros
Hay tradiciones que no deberían perderse, como la de forrar los libros de texto al principio del curso.
Con el curso recién empezado, se reanudan las rutinas, los horarios, la ilusión y el aburrimiento a partes iguales que siempre genera en los alumnos. Todos los años son parecidos, pero también todos los años son diferentes, con la alegría de avanzar, de estar en un curso superior y de volver a relacionarse con los amigos y compañeros de clase.
Las repeticiones dan seguridad a los niños. Saber lo que va a ocurrir es importante para ellos. Así aprenden a estructurar sus vidas y a aceptar que deben asumir obligaciones. Tienen que desarrollar su sentido de la responsabilidad cuanto antes.
Y una de sus responsabilidades es cuidar sus libros de texto porque son valiosos como fuente de conocimiento y porque son el instrumento para su éxito académico.
Se merecen el cuidado
Por eso me gusta la tradición de forrar los libros de texto a comienzos del curso. Yo lo he vivido de pequeña en mi numerosa familia cada mes de septiembre durante toda la infancia. Creo que es una actividad que va más allá de proteger el material de estudio.
Para mí, forrar los libros es algo similar a esas tradiciones familiares que se repiten cada año, como poner el belén o el árbol de Navidad, esas cosas que de pequeños esperábamos con ilusión, algo excepcional que no ocurre todos los días.
Independientemente de la habilidad de los adultos para los trabajos manuales, forrar los libros de texto es enseñar a los niños a que los valoren, a que sepan que deben cuidarlos, y no solo porque cuestan dinero, sino porque son el vehículo para su aprendizaje.
Pero además, forrar los libros es también hacer algo en familia. Padres e hijos eligen el papel, las etiquetas para poner el nombre, el adhesivo, pegatinas, tijeras… Participan juntos y pasan tiempo colaborando en una actividad valiosa, más o menos creativa, con collages o sin ellos, bien o mal acabada… Da igual. Compartir es esencial en la educación, pero más aquí, en este acto relajado, lúdico, que nos permite transmitir a los niños algo muy importante: que estamos ilusionados con su progreso.