La literatura como analgésico
La literatura es mucho más que una forma artística de comunicación. También nos alivia de las dificultades cotidianas, es un verdadero analgésico.
Mucha gente, y yo la primera, cuando imagina una vida mejor, lejos del estrés de cada día, suele desear tiempo para leer. La lectura está entre los bienes más preciados: se envidia en los otros y se anhela para uno mismo. Yo lo he oído más de una vez. Por ejemplo, nos parece que una baja laboral no es tan mala si puede ir acompañada de libros. «No te quejes, ¡así puedes leer!», le decía el otro día una amiga a su hermana que se había fracturado un hueso y debía permanecer inmovilizada en casa. También conozco a personas mayores que disfrutan de su vejez sin prisas, con buen ánimo, tan solo porque ¡les queda tanto por leer! Algunos de mis pacientes refieren que cuando mejor se sienten es durante durante ese rato en que se sumergen en la lectura y se olvidan de la historia propia.
Evasión y mucho más
Al margen de los estudios que demuestran las bondades de leer novelas, es evidente que la lectura nos aparta de nuestro mundo real, un mundo que a veces no nos gusta tanto como quisiéramos. Y no se trata solo de evadirnos, que también, sino de aprender con la lectura a manejar situaciones y gestionar sentimientos. ¡Cuántas veces compartimos la forma de actuar de un determinado personaje o nos subleva la falta de reacción en otro, sentimos empatía hacia quien es tratado injustamente o, sin darnos cuenta, encontramos en un desenlace la vía para resolver nuestros propios problemas!
Un libro es a menudo una puerta de salida, un paréntesis que nos lleva a una situación imaginaria en la que también somos actores. La ficción de una novela, aunque aparentemente nada tenga que ver con nuestra vida, aunque transcurra en la Edad Media o en un penal de alta seguridad, nos provoca sentimientos de grupo con esa comunidad de ficción, nos despierta sentimientos de amor, amistad o rechazo hacia sus personajes, nos instruye en el conocimiento del ser humano.
Nos sentimos bien leyendo porque leer es soñar, pero también porque la lectura nos cambia el estado de ánimo, reaviva sentimientos, nos hace más tolerantes, nos enseña a pensar, nos ayuda a comprender mejor la vida, nos permite tomarnos las cosas de otra manera y ver nuestros problemas desde fuera. Sí, estoy convencida: la literatura es un poderoso analgésico.