Leer nos alegra la vida
Acabo de leer este tuit: «Hay una parte del cerebro que te hace sonreír cuando ves a una persona leyendo un libro que ya leíste». Es de @OrtografiaReal y tiene un montón de retuits y una enorme cantidad de marcas de favorito. O sea, que mucha gente se identifica con el mismo sentimiento.
Leer nos alegra la vida, nos vuelve más felices porque nos hace ampliar nuestros conocimientos, despertar sensaciones y activar la imaginación. Todo eso hace que nuestras hormonas del bienestar se disparen. Ahora, además, un nuevo estudio, publicado en el Journal of Consumer Psychology, equipara los libros a las experiencias. Según la investigación, la gente se siente feliz cuando gasta su dinero en experiencias, como salir a cenar o ver un espectáculo. Y los libros son también experiencias porque aportan novedad, hacen que nuestra vida cambie, nos ayudan a pensar de forma diferente, traen nuevas ideas a la mente y nos proporcionan aspectos renovados en los que pensar.
Estamos en el mismo equipo
Volviendo al tuit que me lleva a esta reflexión, sabemos que hasta las personas más solitarias tienen la necesidad de pertenecer a un grupo. Nuestra naturaleza es social. Existe un deseo innato de identificación grupal. El ser humano se sabe frágil y sabe que solamente mediante el intercambio de ideas, de percepciones, de sentimientos, le será posible cooperar para construir sus proyectos. Identificarnos con un grupo también nos permite reforzar nuestras creencias en este mundo lleno de dudas, y nos proporciona la felicidad de ser reconocidos, esto es, saber que nos quieren y nos valoran. Todo esto es importantísimo para nuestra autoestima y, por tanto, para nuestro desarrollo personal. Los psicólogos estudiamos mucho el comportamiento grupal porque es inherente a la esencia humana.
Creo que por eso es por lo que sonreímos cuando vemos a alguien leer un libro que ya hemos leído. No sabemos nada de esa persona, tal vez esté detestando las páginas que a nosotros nos fascinaron, o puede que se ría con las bromas que a nosotros nos parecieron burdas y manidas, pero, sin embargo, empatizamos rápidamente con ese lector desconocido, sentimos que pertenecemos al mismo grupo, el de los lectores, el de los que sabemos que no podemos comprar la felicidad, pero sí algo muy parecido: un libro.