Lo mejor de escribir: aportar algo al lector
Escribir un libro es un proyecto apasionante que lleva mucho tiempo. Cuando por fin lo ves publicado, llega la hora decisiva: afrontar la opinión de los lectores.
Durante mucho tiempo, el escritor se enfrenta en solitario a un trabajo creativo, en el que sus personajes van dictando una historia que él recoge. No siempre sabe qué va a pasar. Tiene una idea, un esquema más o menos establecido, un final cerrado o abierto…, pero es probable que en cada sesión de escritura se sorprenda con lo que va surgiendo y se apasione por conocer qué va a ocurrir con la trama.
Alessandro Baricco, el poético escritor, dice que «escribir es un placer físico. Es como volar». Yo lo creo así. Cada libro me sumerge en un proceso con el que disfruto, incluso cuando surgen sentimientos negativos. A veces afloran emociones que no tenía previstas, que desconocía o creía olvidadas. A lo largo de una misma novela puedo sentirme identificada con todos y cada uno de los personajes (bueno, con los malos, no). Escribir es catártico.
Cuando los lectores opinan sobre mis novelas, me gusta escuchar sus comentarios y recibir sus críticas… ¡si son buenas, mejor, claro! Ese feedback es un alimento necesario para seguir trabajando. A veces me hace gracia cuando noto que un amigo afirma haber leído mi novela y se nota que no es cierto… Pero lo que más me gratifica es cuando alguien me dice que le he aportado algo, que la lectura le ha llevado a pensar sobre algún aspecto de su vida, que mi personaje tal o cual le ha hecho reflexionar sobre alguna situación vivida, que un capítulo concreto le dio una idea para tomar una decisión. Es en esos momentos cuando siento que estoy haciendo algo útil. Para mí, como escritora, no hay nada mejor que saber que he aportado algo al lector.