Los jóvenes, empedernidos lectores
Nos quejábamos de que los jóvenes no leían, pero eso está cambiando. Ha bastado con ofrecerles libros a su gusto para despertar la «moda» de la lectura.
Hace unos días me topé en una calle de Madrid con un grupo de adolescentes bulliciosos. Tres de ellos, dos chicas y un chico, llevaban el mismo libro. No me dio tiempo a ver el título ni el autor de lo que parecía una novela, pero sí a darme cuenta de que las portadas que tenían abrazadas sobre el pecho eran idénticas. Me sorprendió que esos chicos, casi nativos digitales, leyeran libros (más bien librotes) en papel. Sin embargo, no me extrañó que leyeran: editores y escritores sabemos muy bien que los jóvenes están apuntándose a la «moda» de la lectura.
Los profesores tenemos que recomendar libros que, a menudo, resultan un plomo para los alumnos. No recogen temas de su interés, no están escritos en su lenguaje, no les permiten empatizar con los personajes… En este sentido, quiero elogiar la adaptación del Quijote que acaba de publicar Arturo Pérez-Reverte, con el fin de hacer digerible para los jóvenes una obra que tantos valores transmite. Ojalá hubiera más iniciativas como esta, que permite que los chavales se acerquen a un texto imprescindible sin odiarlo; así, seguro, les llegará el momento de amarlo.
Leer por placer
Además de los libros «obligatorios» están los otros, buenos o malos, que se leen por placer, que enganchan, que nos roban horas de sueño y atrapan nuestra imaginación. Esos también hay que ponerlos al alcance de nuestros hijos y alumnos adolescentes. Padres y profesores debemos estar al tanto de los libros que más éxito tienen, seguir los blogs dedicados al género y leer y compartir con los jóvenes la literatura escrita para ellos, igual que hacíamos cuando eran pequeños y queríamos despertar su interés por la lectura.
La literatura para adolescentes y jóvenes se considera, injustamente, un género menor. No hay nada más valioso que enamorar a un público tan exigente. Admiro a esos escritores que saben inventar sagas, con vampiros o sin ellos, que encandilan a los adolescentes contándoles problemas de otros adolescentes, de padres separados, amores y desamores, misterio, enfrentamientos, luchas, aventuras, fantasía… Relatos que, en el fondo, tratan de la vida misma, que es el argumento eterno de la novela.
Para que los jóvenes se conviertan en empedernidos lectores no podemos abandonar al niño con el que leíamos. Ahora toca acompañar al adolescente ofreciéndole libros, en papel o en la tableta, mejores o peores, pero siempre a su gusto.