Convertir la envidia en una oportunidad de mejora
Decía Jorge Luis Borges que «los españoles siempre están pensando en la envidia. Para decir que algo es bueno dicen: «es envidiable»». La envidia es un sentimiento profundamente arraigado en la cultura española, pero también es un fenómeno universal que trasciende fronteras y contextos.
En el ámbito laboral, este sentimiento puede manifestarse de diversas maneras, afectando no solo a las relaciones interpersonales, sino también al clima organizacional y a la productividad general.
A menudo, las personas se sienten reacias a admitir que experimentan envidia, lo que los lleva a fingir felicidad por los logros ajenos. Este comportamiento es común cuando un compañero es promovido a un puesto de liderazgo o cuando una colega exhibe con orgullo a su familia en el despacho. Este tipo de envidia puede ser corrosiva, dañando las relaciones y el espíritu de equipo, y, lo que es más importante, perjudicando a quien la siente.
Transformar la envidia en oportunidad requiere:
Aceptar y reconocer la emoción
Según el psicólogo Brené Brown, «la vulnerabilidad es la cuna del cambio». Admitir que sentimos envidia es una forma de ser vulnerables, pero también es crucial para poder lidiar con esta emoción destructiva. La aceptación supone comenzar a reorientarla hacia un crecimiento positivo personal y profesional.
Evaluar los daños colaterales de la envidia
La mala gestión la convierte en una obsesión que socava el bienestar personal y de quienes les rodean. El filósofo Arthur Schopenhauer afirmaba que «la envidia es una de las formas más primitivas de la insatisfacción humana» y yo estoy totalmente de acuerdo. La insatisfacción ante esta emoción afecta al trabajo en equipo y daña la imagen personal, pero además, la envidia empuja a la competencia desleal y el sabotaje.
Convertir la envidia en motivación
La envidia puede ser utilizada como un catalizador para el cambio si se convierte en fuente de energía. Preguntarnos ayuda a convertirla en algo positivo: cuestiones como ¿qué es lo que realmente envidiamos? ¿es el éxito profesional, la estabilidad personal o quizás el reconocimiento que otros reciben? Son cuestiones que permiten canalizar esa energía hacia el desarrollo personal y profesional, creando un ciclo positivo que beneficia tanto a la persona como al entorno.
Enfocarse en uno mismo
Compararse con los demás es un ejercicio que puede resultar frustrante, ya que siempre habrá personas que parecen tener más éxito, belleza o reconocimiento. Sin embargo, como sostiene el psicólogo C. Dweck, «la mentalidad de crecimiento» invita a concentrarse en el progreso propio y a fomentar la autoestima.
Tomar medidas
Si se reconoce que la inseguridad en el trabajo está detrás de nuestro malestar, tenemos la oportunidad de tomar medidas concretas. Esto incluye formarse en nuevas habilidades, ofrecer nuestra ayuda a compañeros más experimentados o incluso buscar mentoría.
Aceptar la realidad
Es importante reconocer que no todo es alcanzable. Por ejemplo, no podemos regresar a nuestra juventud ni aumentar nuestra estatura. Sin embargo, esto no significa que no poseamos otros valores y habilidades que son igualmente valiosos.
Aceptar nuestras limitaciones y desarrollar un afán de superación puede ayudarnos a ver la envidia como una emoción natural, pero controlable. Es posible el cambio de la envidia en un proceso de autoconocimiento y crecimiento personal.
Al final, se trata de convertirla en una fuente de inspiración para alcanzar nuestras propias metas y, al mismo tiempo, celebrar los logros de los demás. Acabaré con una frase que leí de Confucio que decía “la envidia es como el fuego, consume al que la siente más que a su víctima”.