ESTRELLA FLORES-CARRETERO
MADRID

Soy psicóloga, profesora, empresaria y escritora, aunque no necesariamente por ese orden. Tengo tres novelas publicadas: «Duele la noche», «Piel de agua» y «Días de sal».

Duele la noche
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El blog de Estrella

El impulso para crecer como base de liderazgo

Por el 24/03/2025

Muchas veces decimos que alguien es ambicioso ante el crecimiento personal como si fuera una crítica, como si se tratara de un defecto disfrazado de virtud. La palabra suele estar cargada de connotaciones negativas, sin embargo, también se mira con desconfianza a quien carece de aspiraciones.

Parece que solo quienes se mueven en una cómoda mediocridad —ni demasiado brillantes ni completamente apáticos— logran la aceptación general. Pero cuando hablamos de liderazgo, crecimiento y especialmente de empresas, la ambición no solo es una virtud sino es el verdadero motor del progreso.

Como señala el Diccionario de la lengua española, la ambición es un “deseo ardiente de conseguir algo”. Ese “algo” puede ser convertirse en un gran profesor, un arquitecto innovador o una figura de referencia en el liderazgo empresarial.

La clave está en la intención, es decir, no se trata de pasar por encima de otros sino de crecer desde la pasión por mejorar.  Como decía Norma Peale “apunta a la luna, incluso si fallas, aterrizarás entre las estrellas”.

La ambición en el ámbito empresarial representa el impulso constante para superar desafíos y alcanzar objetivos cada vez más exigentes e innovadores. No se trata de una actitud superficial, sino de una convicción profunda de que se puede avanzar siempre. Jim Collins decía que “las empresas buenas no se vuelven grandes por azar, sino porque alguien dentro de ellas se niega a conformarse con sólo lo bueno”.

Las grandes empresas suelen surgir de ideas que, aunque no siempre originales, son bien ejecutadas en el momento oportuno. Estar en alerta, detectar oportunidades de mercado, adelantarse a las tendencias y actuar con decisión son elementos clave de una mentalidad ambiciosa.

Ser ambicioso no es lo mismo que vivir en la fantasía. Soñar en grande es necesario, pero esos sueños deben tener anclaje en la realidad. Es fundamental establecer metas claras, medibles y alcanzables a corto, medio y largo plazo.

Saber dónde estamos, hacia dónde nos dirigimos y cómo pretendemos llegar hasta allí es una muestra de inteligencia estratégica. Cómo decía Saint-Exupery  “un objetivo sin un plan real es solo un deseo”.

La frase “si quieres, puedes” simplifica en exceso una verdad compleja. Querer es el punto de partida, pero lograrlo requiere disciplina, constancia y esfuerzo. Las empresas ambiciosas entienden que detrás de cada logro hay una cadena de sacrificios, aprendizajes y decisiones difíciles. Y cuando se alcanza una meta, no se detienen, sino que buscan la siguiente.

La ambición exige valentía y la valentía implica asumir riesgos que a veces puede conducir al error. Pero el fracaso, lejos de ser una condena, es una fuente de aprendizaje imprescindible. Las empresas ambiciosas no temen equivocarse aprenden, se adaptan y vuelven a intentarlo. Como decía Winston Churchill, “el éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo”.

Cuando las circunstancias cambian, las organizaciones ambiciosas no se rinden: reinventan su camino, analizan, corrigen y mejoran. La resiliencia se convierte en un valor esencial. La meta permanece porque lo que cambia es la estrategia para alcanzarla.

“No es la especie más fuerte la que sobrevive sino la que mejor se adapta al cambio”, señaló Charles Darwin. Siempre digo que “las personas que carecen de ambición se limitan a imaginar lo que podrían llegar a ser, pero los que quieren alcanzar los sueños son proactivos y actúan para convertir esa visión en realidad. Y, este es el verdadero impulso que nos activa a dar lo mejor de nosotros mismos”.

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