¿Cuál es tu propósito empresarial?
Las encuestas dicen que aproximadamente siete de cada diez personas piensan que su propósito vital está determinado por su trabajo. Sin actividad laboral, probablemente no encontrarían la posibilidad de desarrollarse como individuos. El propósito de cada uno, eso que nos mueve a levantarnos cada mañana y dar lo mejor de nosotros mismos, está determinado también por el propósito de la corporación de la que formamos parte.
Tener un propósito puede marcar la diferencia entre trabajadores adaptados e inadaptados, entre satisfechos y frustrados y, consecuentemente, entre empresas exitosas y empresas que fracasan. Por eso es tan importante que las corporaciones definan su propósito y que este sea compartido por las personas que las integran.
Toda empresa tiene derecho a velar por sus objetivos, sí, pero sin perder de vista que su propósito es el de tener un papel útil en la sociedad y un impacto positivo en el entorno. La responsabilidad social corporativa tiene mucho que ver con ese ideal de propósito que puede ser compartido por todos.
El propósito corporativo. El propósito de la factoría Disney es «hacer feliz a la gente». Nada menos. Pero las empresas no pueden limitarse a tener unas frases en su página web que definan su misión, visión y valores, sino implicarse realmente para desempeñar un papel significativo en el medio. Ganar dinero no es un propósito. Sí lo es ayudar a un sector desfavorecido, integrar a las personas, cuidar el medioambiente, promover el voluntariado, invertir en desarrollo, facilitar el crecimiento… Solo así conseguirán una verdadera adhesión de sus trabajadores, la retención del talento y una imagen recomendable de marca.
Queremos mejorar. Nada hay tan satisfactorio como hacer el bien. Los propósitos que de verdad nos motivan van más allá del interés personal y están enraizados en la naturaleza humana. La solidaridad, el cuidado de los otros, la atención a los mayores… suponen un beneficio para todos y un motivo de cohesión. Es preciso alentar a los empleados para que aporten soluciones, que piensen en cómo combatir la injusticia, que imaginen cómo pueden mejorar el mundo. El lugar de trabajo debe ser un punto de partida para encontrar un sentido auténtico que mueva a las personas a hacer lo que hacen.
El propósito personal. Cuando existe un malestar laboral, tendemos a culpar a las circunstancias: la competencia, el bajo salario, la rutina… Pero deberíamos pensar que nuestra satisfacción vital no depende solo de lo que nos rodea, sino también de nuestros propósitos. Por eso hay personas que parecen frustradas, malhumoradas, desmotivadas… mientras otras, en idéntica situación, se muestran felices. Cada uno debe definir su propósito: qué desea cambiar en sí mismo y en los demás, qué meta pretende alcanzar y cuál es su plan para lograrlo.
Un trabajo a largo plazo. Los propósitos no se logran en un día, ni los personales ni los corporativos, pero es tarea de todos generar bienestar. Abraham Lincoln decía «cuando hago el bien, me siento bien; cuando hago el mal, me siento mal», así que las empresas deben atender a las necesidades de compatibilizar la vida personal y profesional, cuidar el bienestar físico y emocional de las personas, facilitar planes de formación y desarrollo de carrera, ofrecer la oportunidad de trabajar en algo significativo, tener una política de responsabilidad y compromiso social e inspirar con su propósito el de cada una de las personas que la componen.
Se trata de alinear los propósitos individuales, empresariales, sociales y universales.