Dar la bienvenida a un nuevo empleado, clave para su integración
Contratar a alguien en un equipo debería suponer una gran alegría para todos, para el recién incorporado, que inicia así una etapa nueva en su vida, y para sus compañeros, que previsiblemente contarán con ayuda para desempeñar mejor su trabajo.
Sin embargo, a menudo se convierte en una situación tensa en la que el neófito se siente incómodo, cuando no estresado, y en la que pueden generarse distintas facciones, prejuicios y rechazos infundados hacia el desconocido.
Si queremos que «el nuevo» se convierta pronto en un miembro productivo del equipo, plenamente integrado y fidelizado con la empresa, deberemos diseñar una estrategia que cuide sus emociones y las del resto de los trabajadores.
Tenemos un plan
Toda empresa debería contar con un plan de incorporación de empleados perfectamente estructurado. De lo contrario, se arriesga a disminuir la moral del equipo y a no lograr el compromiso necesario. El “mentor” por parte de una de las personas que es de su mismo nivel es muy importante para el que se incorpora, ya que cualquier nueva contratación, supone un momento delicado para la armonía corporativa.
La primera impresión cuenta
No es definitiva, pero sí ayuda a que la integración sea mejor y más rápida. Hay que tener preparado el nuevo espacio personal, la tecnología necesaria, los utensilios que precise el recién contratado para su trabajo… No estamos improvisando, sino, de alguna manera, preparando el lugar para recibir a un nuevo miembro de la familia.
Previamente, se puede enviar un correo de bienvenida en el que se incluya ya a la persona que va a incorporarse o un WhatsApp de grupo antes de la presentación personal. Cuando llegue el momento, dependiendo del caso, del tamaño de la empresa, etc., habrá que hacer presentaciones individuales, con algo de tiempo para conversar o pequeñas reuniones de 10 minutos con distintos departamentos en las que se pueda romper el hielo, hablar distendidamente, hacer preguntas y alegrarse de conocernos.
Tengamos en cuenta que estos primeros momentos deben estar destinados a abrigar las emociones, ofrecer seguridad y cariño, a transmitir al recién llegado que «nos alegramos de tenerte con nosotros».
Nos ponemos en su lugar
Un nuevo empleado atraviesa momentos difíciles. Puede que el puesto logrado sea lo que soñaba, pero puede que no, que simplemente lo necesite y le lleve tiempo aprender a disfrutar de su tarea. En cualquier caso, lo normal es que sienta ansiedad porque aún no sabe si ha tomado una buena decisión, si podrá hacer frente a lo que se espera de él en la empresa y si responderá a las expectativas de todos esos amigos y familiares que le felicitan por haber conseguido un empleo.
Dejamos las cosas claras
No hay nada más desconcertante que no saber qué se espera de uno. Es fundamental informar de cuáles serán las tareas y las responsabilidades, qué hay que hacer y a quién se debe reportar. A la vez, convendrá informar al resto del equipo sobre los cambios en sus roles.
No le abrumamos
Los primeros días no debe haber un exceso de información ni de formación. Tendrá que conocer los procesos e incluso los manuales del empleado, firmar papeles, etc., pero no todo a la vez. No tengamos prisa.
«Si precisas una mano, recuerda que yo tengo dos»
Esta preciosa frase de San Agustín debe impregnar cada incorporación. Todo el mundo tiene que estar dispuesto a ayudar al nuevo y ofrecer confianza, pero resulta especialmente importante nombrar un mentor que guíe a quien empieza a dar sus primeros pasos en la empresa.
Pasados unos meses, no olvidemos pedir al que ya no es nuevo y ya se ha integrado plenamente que nos hable de cómo ha vivido su proceso, qué ha valorado más, qué ha echado en falta… Aprenderemos así a abrir los brazos a quienes en el futuro quieran trabajar con nosotros.