Tiempo de regalar… ¿también en el trabajo?
Comienza ese periodo del año en el que las compras se disparan. Nos gusta dar y recibir regalos y no es solo por la cultura consumista sino porque queremos escenificar una muestra de afecto hacia las personas que apreciamos y queremos.
Pero si bien regalar a la pareja, la familia o los amigos supone un agradecimiento, un deseo de cercanía, una materialización de nuestros sentimientos hacia quienes resultan especiales para nosotros, en el trabajo cambia el significado y puede malinterpretarse. ¿Cuál debe ser la política de regalos en la empresa?
Esto sí, esto no
Dar y aceptar obsequios forma parte de nuestras vidas, relaciones y afectos, así que conviene establecer por escrito qué es admisible y qué no en el entorno laboral con el fin de evitar prácticas poco éticas. Las empresas deberían tener una política de regalos, desde mi punto de vista, entre sus normas de funcionamiento; es necesario redactar qué obsequios se pueden aceptar y de quién.
Por ejemplo, limitar su importe; detallar que consistan exclusivamente en comidas, entradas para eventos culturales o deportivos, flores, etc.; rechazar los que puedan suponer un conflicto de intereses a la hora de elegir proveedores o contratación… Esto es, contar con un verdadero reglamento que impida las injusticias y los tratos de favor.
El sentido común
En la Edad Media, los más desfavorecidos estaban obligados a incrementar las riquezas de unos pocos aun a costa de su propia supervivencia. La idea en una empresa, aunque partimos de que no tiene la obligación de regalar nada, debe ser agradecida con sus empleados siempre que se pueda. Un líder en gerencia hará bien en agradecer con una comida, una cesta de Navidad, o una bonificación especial al esfuerzo de su equipo. La empresa si decide regalar debe tener un detalle con todos por igual.
La excepción en estos regalos de empresa es que un empleado o directivo regale en un aniversario importante en la empresa o que vaya a jubilarse. Por supuesto, los regalos entre iguales siempre son bienvenidos, aunque sea una pequeña muestra de aprecio: un libro no es caro y una dedicatoria personal lo convierte en un objeto único en el mundo.
La elección
Los regalos nos representan, dicen mucho de nuestra propia personalidad y son una muestra de las intenciones hacia el otro (de ahí la expresión «regalos envenenados»). La regla en el trabajo es no salirse del ámbito profesional.
No hagamos regalos personales como, por ejemplo, una prenda de vestir, una joya o un perfume que el agasajado se vea en la obligación de usar para demostrar su agradecimiento a pesar de que, tal vez, no le gusten en absoluto. Tampoco hay que elegir objetos inadecuados en el terreno laboral, siempre debe tenerse en cuenta.
El acierto
Regalar por obligación, porque todo el mundo regala y estresarse por comprar en lugares abarrotados de público puede acabar con ese placer que proporciona una ofrenda para mostrar sentimientos, causar emociones positivas, estrechar los lazos, reforzar el compañerismo y enriquecer la relación.
Pensemos con tiempo y sepamos que no se trata de obsequiar con algo caro, sino apropiado, que represente nuestro afecto. Y recordemos esa bonita frase del escritor y pedagogo Gianni Rodari: «Los mejores regalos no se compran, los mejores regalos son los que se hacen».
