Exceso de sociabilidad enemigo de productividad en las organizaciones
En el siglo I a. C., Cicerón dedicó un tratado filosófico a la amistad y la ensalzó como el bien mayor para el ser humano, solo por detrás de la sabiduría: «Si la amistad desapareciera de la vida, sería lo mismo que si se apagara el sol», escribió. Al igual que él, todos pensamos que tener amigos es esencial en nuestras vidas, y también en el trabajo, pero una cosa es hacer amistades en la empresa y otra ser excesivamente sociables. ¡Quién no ha vivido situaciones en las que resulta imposible concentrarse porque alguien narra sus compras, lo que comen sus niños, los planes para el fin de semana, lo que ha visto en la tele…! Los mayores enemigos de la productividad tienen que ver con una socialización llevada al extremo. ¿Cómo gestionar el ruido que impide trabajar?
Analizar si la socialización perjudica
No pasa nada si los trabajadores comparten su vida personal en el ámbito laboral. Un buen líder verá que esto tiene beneficios porque une al equipo y crea vínculos sólidos entre sus miembros. No hay por qué intervenir, no estamos en un colegio; simplemente se debe atender a los plazos y los objetivos, a que el trabajo se realice a tiempo. Tener un plan detallado de entregas y recordarlas cada vez que sea preciso bastará para que cada uno cumpla con el propósito.
Facilitar la socialización «controlada»
Cuando un grupo se muestra demasiado sociable y habla a todas horas quizá sea un síntoma de estrés y de petición de ayuda. Un líder atento podría prevenir retrasos estableciendo descansos a media mañana o a media tarde, media hora para un café, tal vez una comida o dos a la semana… con el fin desahogarse, exteriorizar problemas y compartir soluciones. No se trata de programar reuniones, sino de proporcionar tiempo relajado para tomar algo juntos mientras se charla de trabajo y de otros asuntos.
Exponer claramente de las necesidades de concentración
Del mismo modo que se abordan las condiciones de salud y bienestar, igual que alguien pide una silla o una iluminación acorde con sus condiciones físicas o sus deseos, es importante tratar el silencio. Proporcionar auriculares, establecer normas para que las llamadas personales se respondan fuera del espacio de todos, etc., son normas de convivencia imprescindibles: hay que saber cuándo un compañero tiene colgado el «no molestar» aunque no exhiba un cartel.
Abordar los casos individuales de manera individual
Hay que respetar la personalidad de cada uno y sus deseos de interacción social para sentirse a gusto y trabajar mejor. No todos somos iguales, afortunadamente, y las personas con un comportamiento «más social» resultan necesarias y, a menudo, muy queridas. Sin embargo, cuando existe un problema, alguien ruidoso, que habla de más y distrae al resto, cuando se detecta que supone una molestia para el resto o que ocasiona un retraso en los tiempos, conviene hablar aparte con el implicado, sin discutir, para pedirle que cumpla y deje cumplir los plazos previstos.
Colocar a las personas en los puestos adecuados
No tengamos miedo a cambiar. La asignación de puestos nunca debe ser definitiva. Es posible que un extrovertido sea más productivo hablando con los clientes, informando al resto, respondiendo llamadas, etc. Un líder con buen entrenamiento emocional tiene que ser capaz de conocer la personalidad de cada miembro de su equipo para situarlo en donde mejor pueda desempeñarse.
No olvidemos que, si bien un exceso de sociabilidad puede dañar la productividad, solo un entorno de amistad podrá lograr que las personas se sientan felices y comprometidas con su empresa.