El escritor pluriempleado

Pocos escritores pueden dedicarse en exclusiva al oficio de escribir.

La mayoría de los escritores necesitan tener otros trabajos con los que poder sobrevivir. Escribir es una tarea dura, difícil, solitaria, que requiere de mucho esfuerzo y una enorme dedicación. Terminar un libro supone meses cuando no años de entrega. Y, sin embargo, podría parecer que se trata de un hobby, porque un buen número de autores escriben los fines de semana, en vacaciones, en sus ratos libres y en los que roban al sueño, a los amigos y a la pareja.

Se podría pensar que este pluriempleo de los escritores se debe a la crisis económica que a todos nos afecta y empobrece. Podría ser. También es posible achacarlo a los profundos cambios en el sector editorial que están llevando a replantearse la producción y distribución de libros ante la aparición del formato digital. Podría ser. Incluso puede que la poca o nula afición de muchos usuarios a pagar contenidos que pueden piratear obligue a los autores a buscar otras fuentes de ingresos. También podría ser.

Salvo excepciones…

Sin embargo, ni hoy ni nunca ha sido fácil vivir del oficio de escritor. Pocos son y han sido los elegidos que se nutren exclusivamente de los derechos de autor.

Franz Kafka trabajaba en una oficina de seguros. Louis-Ferdinand Céline era médico, Chéjov también. Colette creó y vendió sus propios cosméticos… La lista sería interminable. También Valle Inclán tenía un trabajo en la Dirección General de Instrucción Pública, pero, cosas de este país, él cobraba sin ir a trabajar.

Hoy día vemos cómo consagrados escritores continúan con sus clases en institutos y universidades o se prodigan en periódicos, firman columnas aquí y allá, intervienen en tertulias… porque de algo hay que vivir.

Yo también tengo mi trabajo al margen del oficio de escritora. Aunque reconozco que me gusta el pluriempleo.

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