El optimismo es parte del éxito de la empresa
Ser un líder optimista es encontrar parte del vaso lleno y pintar la vida con cristales de colores diferentes cuando es necesario hacerlo. El optimismo en los negocios es un enfoque de inteligencia emocional que permite aceptar la adversidad, pensar en soluciones creativas y sembrar la esperanza cuando asoma el desaliento. Y de esto a veces, carecen las personas que dirigen grandes corporaciones.
El optimismo no es un exceso de confianza, sino la única forma de salir a flote en los mares de riesgo e incertidumbre en los que navega toda empresa en algunas ocasiones. Constituye un rasgo esencial de los buenos líderes y debe formar parte de la cultura empresarial e impregnar los equipos de trabajo. Se trata de una habilidad emocional que requiere práctica.
Entrenar la forma de pensar
Ser optimista no es como ser alto o bajo, es decir, no nos viene de serie. Por supuesto que la genética y la educación influyen, pero podemos entrenar una mentalidad abierta, flexible, dispuesta al intercambio de opiniones, al trabajo en equipo, al apoyo del grupo, a la proactividad y la capacidad para encajar los golpes. Ser un líder consiste en influir en los demás, inspirar y motivar y hay que entrenarse para ello como para adquirir cualquier otra destreza. Si no eres optimista, aprende a serlo.
Ejercitar la paciencia
Un líder optimista no es impulsivo. Por el contrario, se toma su tiempo para escuchar, pedir su parecer a los demás y reflexionar antes de tomar decisiones. Cuando alguien es paciente también se convierte en humilde, valora las aportaciones de su equipo y dice abiertamente que va a meditar sobre qué solución es la mejor.
No estancarse
El camino de la vida empresarial no está exento de baches. Habrá muchos contratiempos que conviene analizar para aprender de los errores cometidos y tener más reflejos a la hora de sortear los próximos obstáculos, pero eso no quiere decir que haya que obsesionarse, ni empecinarse en lo que ha demostrado ser un fracaso. Las personas optimistas asumen sus fallos y saben virar el timón a tiempo. Además, procuran no perder el tiempo ni la energía en cosas que no pueden cambiar.
Mirar al futuro
Esto es más que mirar a la meta sin volver la vista atrás: se trata de mantener la confianza en que los objetivos que nos hemos propuesto se pueden alcanzar. Para ello es importante planificar a corto, medio y largo plazo; trazar planes y hablar de ellos con los compañeros de viaje elegidos contribuye al optimismo.
Nutrir el optimismo
Nadie desea tener a una persona negativa a su lado; por el contrario, nos atrae la gente que sabe liderar alejando nuestros temores, que nos da confianza, que nos escucha y nos respeta, que es alegre, capaz de relativizar, que confía en los demás y se muestra agradecida. Tratar a los otros como nos gusta ser tratados no solo genera optimismo, sino que lo retroalimenta.
No sé si el poeta Pablo Neruda era optimista, pero me da que sí, porque escribió:
«Queda prohibido no sonreír a los problemas, no luchar por lo que quieres, abandonarlo todo por miedo, no convertir en realidad tus sueños».