El vestido de los libros
La cubierta de un libro influye en sus ventas, aunque las apariencias engañen, y mucho.
Picoteando por Internet, me he topado con un artículo sobre libros maravillosos con portadas horribles. Me ha llamado la atención porque, efectivamente, las cubiertas de estas novelas eran francamente feas. Y no solo eso, sino que, según afirma la autora, algunas incluso desvelan aspectos de la trama que el lector no tiene por qué conocer de antemano, o sea, un spoiler en toda regla antes de abrir la primera página.
Aunque nunca debemos juzgar un libro por su portada, la imagen cuenta, y eso lo sabemos todos. Cuando conocemos a alguien, nos hacemos una primera impresión a partir de su aspecto. La apariencia dice mucho de nosotros mismos, por suerte, para bien y para mal, ¡cuántas veces nos equivocamos!
En las crónicas de los editores se cuentan experimentos en los que un libro funciona mal en su primer lanzamiento y, tras un cambio de cubierta, consigue repuntar. La valoración final del lector no va a modificarse cuando termine la lectura, pero el impulso de compra sí. Y eso puede conseguirse con una buena portada, entre otras cosas.
La portada no lo es todo, pero es la primera impresión
La cubierta de un libro debe captar la atención para destacarse de la competencia. Aunque el gusto es muy subjetivo, también debe procurar ser estética, por eso lo ideal es que se encarguen de este asunto los profesionales del diseño. La portada ha de resultar informativa, es decir, tener algo que ver con el contenido en general, sin mostrar el detalle. A muchos lectores les molesta que exista una imagen de una persona que se pueda identificar con el o la protagonista, porque prefieren imaginarlos ellos mismos.
Se supone que las editoriales cuentan con profesionales capaces de decidir lo mejor para cada obra. Sin embargo, dada la precariedad con la que muchos editores se ven obligados a trabajar, esto no siempre es posible. Otra limitación se da en los libros de colección, que están sometidos a un mismo diseño y formato editorial. En mi caso, he confiado en la sabiduría de mis editores en las diferentes ediciones de mis novelas, en España y en Estados Unidos. Pero confieso que, alguna vez, yo también me he dejado seducir por una bonita portada.