¿Es buena idea hablar de política en el trabajo?
Tan cierto es que somos seres sociables como que clasificamos a los demás entre los que pertenecen a nuestro grupo y los que están fuera de él. Es una actitud primaria, demostrada empíricamente en experimentos sociológicos diversos: situaciones de supervivencia, equipos deportivos, etc.
En el ámbito político ocurre lo mismo: tendemos a creer que quienes coinciden con nuestro voto son «uno de los nuestros», mientras que aquellos que se inclinan por el contrario… ¡Cómo es posible!, si parecían inteligentes, si no son malas personas, si… Esto es: de repente, nos resultan estúpidos, nos cargamos de prejuicios y sacamos a relucir los más rancios estereotipos.
¿Quién no ha oído a alguien decir que, si llega al poder el partido al que no apoya, se mudará del país? ¿Quién no ha visto a amigos íntimos llegar a distanciarse a raíz de una discusión política? ¿Cuántos han presenciado situaciones de alta tensión y descalificaciones personales entre padres e hijos…?
Pese a lo ridículos que deberían parecernos estos comportamientos, vivimos una creciente polarización de las ideas políticas. Se supone que nuestro estado de derecho y democracia garantiza la libertad de opinión y expresión, pero ¿realmente sirve para algo decir lo que pensamos en algunos ámbitos?, ¿estamos seguros de que no tendrá consecuencias? Mi opinión es que no hay ninguna necesidad de hablar de política en el trabajo cuando esto solo conduce a la división, al nacimiento de los prejuicios y la exclusión.
La política no es bienvenida en la empresa
Queremos un ambiente de trabajo armonioso, en el que todos trabajemos juntos por un objetivo que nos une: el bien de la empresa, que es el bien de todos los que trabajamos en ella y de la sociedad a la que servimos. Hay que decirlo así, y hacerlo por escrito. Que todo el mundo sepa que la cultura empresarial está en contra de la exclusión de las personas por sus creencias. Existe un modo de trabajo basado en la unidad y en el mejor servicio al cliente que está por encima de las ideas de cada uno.
Dar ejemplo
En la empresa, puede ser una buena idea evitar las conversaciones sobre política; no enviar correos a favor o en contra de unas u otras ideas; prohibir usar ropa, emblemas, etc., asociados a un determinado partido; no aceptar ninguna decoración, ni siquiera en los espacios individuales, que reivindique determinadas ideologías; no contar chistes ni hacer bromas sobre política ni asuntos que puedan despertar la polémica, ni en grupo ni en conversaciones de a dos con personas afines.
Promover la diversidad
Dicho lo anterior, es saludable hacer gala de la tolerancia y el respeto a las ideas de los demás en todos los asuntos de la empresa. Hay que mostrar que somos capaces de dejar de lado las diferencias y trabajar por lo que nos une, valorar a las personas por lo que son y por su desempeño laboral al margen de su ideología.
Educar las emociones
«El hombre es, por naturaleza, un animal político»
escribió Aristóteles. Nadie puede decir que no le interesa la política, lo que nuestros dirigentes hacen con nuestros impuestos y los derechos y obligaciones que establecen para todos nosotros.
Algunas personas tienen la suficiente inteligencia emocional para exponer sus ideas, escuchar al otro, aceptar lo bueno de cada parte, debatir sin exaltarse, respetar al oponente, cambiar de opinión si es preciso o mantener sus puntos de vista, valorar otras formas de pensamiento y disfrutar de la diversidad. Esas personas son un espejo en el que deben mirarse los demás.
Volviendo a los experimentos sociológicos, las diferencias entre un grupo enfrentado a otro se eliminan en cuanto surge un objetivo superior. Por ejemplo, dos equipos que se odiaban a muerte se aliaron en cuanto se los sometió a una situación de escasez de agua; enseguida se unieron en busca de una solución para todos. Esa es la forma de salvar nuestras diferencias en política: encontrar el propósito que nos une, en la empresa, en el país y en el mundo que habitamos.