Hablando en la ONU sobre la educación en los nuevos valores del liderazgo
Jamás pensé que yo, nacida en un pueblecito de Extremadura, llegaría a tener la maravillosa experiencia de hablar en la ONU sobre educación. Pero ahí he estado.
Inolvidable. Encontrarme en los espacios donde se toman las grandes decisiones en el mundo ha sido una de las experiencias más especiales que he vivido. He participado en la Cumbre Latino Impact Summit (LIS) 2017, un evento en las Naciones Unidas donde se dan cita empresarios, periodistas, emprendedores sociales, ejecutivos, diplomáticos, filántropos… para hablar de los retos y oportunidades de Latinoamérica en relación con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible acordados por la ONU.
El evento se ha llevado a cabo en los últimos días de noviembre y primeros de diciembre en Nueva York. En estas jornadas, formé parte del panel «Liderazgo empresarial para el desarrollo sostenible», y debatimos sobre el liderazgo desde la educación. Compartimos ideas sobre la necesidad de forjar un modelo de liderazgo que conduzca a un desarrollo sostenible.
Tuve la oportunidad de exponer mis ideas sobre un modelo único con un sistema de valores comunes, en el que el anteponer las motivaciones de los demás a las propias debiera ser parte del liderazgo. Tener un objetivo común debe ser la prioridad y para ello debemos trabajar enseñando técnicas colaborativas de aprendizaje, preparar a los jóvenes en competencias para profesiones que aún no existen y educarlos en inteligencia emocional.
En cuanto a los profesionales de la educación, estoy convencida de que aunar fuerzas con el mismo sistema de valores, siendo coherentes en nuestras actitudes, pensando en el bien común y en el respeto a las ideas de los demás, desemboca inevitablemente en una empresa sostenible, responsable con la sociedad y con el entorno.
La educación de las emociones
Necesitamos crear líderes excelentes, pero cada uno con su motivación individual dentro de la propia organización, porque cada líder respetuoso con el sistema de valores es el motor que hace fuerte a las organizaciones y repercute en el mundo que lo rodea.
Una formación en valores hará que los líderes generen en su cerebro menos endorfinas (causantes del sufrimiento y el estrés). Con este sistema de liderazgo las personas se sienten apoyadas, aumentan las dopaminas y la serotonina (responsables de la sensación de agrado y bienestar), se incrementa la sensación de orgullo por la pertenencia al grupo, de aprobación y equilibrio, y así se eleva la oxitocina, que es la que genera sensación de amistad, amor y confianza…
Cuando las emociones son fuertes sobre el lugar de pertenencia, no podemos parar, porque las emociones no tienen barreras. El mundo se mueve por emociones lejos de nuestras creencias racionales, si no, hagamos un repaso por toda nuestra historia más inmediata. Por eso la educación emocional basada en el bien común es clave en el desarrollo mundial.
Y en este modelo de líderes también tienen que sentir que la responsabilidad social es parte del crecimiento personal y que se educa desde niños, en nuestro caso a través de la Fundación Montaigne, que presido, una institución cuyo objetivo es mejorar la calidad de vida de los ancianos, mediante experiencias humanas y puentes entre los escolares y las personas mayores. Educamos en la responsabilidad social, y la implicación no es solo de los alumnos, sino también de todas las personas que trabajan en nuestros colegios.
Sabemos que los sueños se hacen realidad cuando nos atrevemos a soñar.