La bonita costumbre de escribir en los márgenes de los libros
Anotar en el margen de un libro un pensamiento, una frase, una referencia… también forma parte del placer de la lectura.
Hace unas semanas escribía en este blog sobre la opinión que tiene Erik Schmitt, uno de los padres del Kindle, sobre su invento: «Es frío». Este hombre, que lleva toda su vida esforzándose por crear algo tan perfecto como un libro sin que sea un libro, está ahora ocupado en ver cómo podemos escribir en los márgenes de los libros electrónicos de forma idéntica a como lo hacemos en los libros de papel.
Al parecer, su interés por las notas manuscritas le viene de la biblioteca heredada de su abuelo, un contumaz lector, aficionado, como mucha gente, a escribir en el blanco de los libros sus reflexiones, pensamientos filosóficos, correcciones… Schmitt se sintió fascinado con aquel tesoro familiar, algo comprensible, porque ver qué subrayaba su abuelo, qué anotó, a qué asociación de ideas le condujo un determinado párrafo es, en cierto modo, una bonita manera de conocerle.
Schmitt no solo se emocionó por esta forma «extraña» de saber más de su abuelo, sino que se dedicó a ir por las librerías de viejo y otros lugares de intercambio de libros recopilando todo volumen que tuviera alguna anotación en los márgenes.
Preservar la marginalia
Como no hace falta ser un adivino para augurar que la marginalia está llamada a la desaparición, Erik Schmitt creó The Pages Project un sitio donde se pueden ver las anotaciones de grandes escritores y subir a la web las que el internauta encuentre, debidamente escaneadas. La idea es hacer pública esta forma de comunicación tan íntima y privada y conseguir que perdure en el tiempo.
Kindle permite hacer anotaciones públicas desde 2011: la gente hace sus comentarios y pone su texto resaltado a disposición de los demás. Pero es lógico pensar que la marginalia digital no se conservará como en un libro impreso, algo que privará a los lectores del futuro de las anotaciones de grandes escritores, como las que nos legaron Mark Twain o Jane Austen.
El amor por la marginalia está alimentado por el hecho de que personajes ilustres, además de escritores, dejaron sus reflexiones rápidas y espontáneas, con su escritura única, en los libros que iban leyendo.
El término marginalia se relaciona especialmente con Samuel Taylor Coleridge, un autor realmente grafómano, tan aficionado a las notas al margen que ya han sido publicados cinco volúmenes únicamente con sus marginalia.
Schmitt afirma que la versión Kindle para anotar en los márgenes no es comparable a la experiencia en papel: «También hay un componente estético», afirma. «La belleza de una pregunta hecha en tinta azul de una persona y la respuesta de otro lector en elegante negro en la misma página, esa marca que la gente deja en la página, que parece capturar un estado de la mente o la ira que desgarra el papel…». Pues eso, que no es lo mismo, pero es lo que hay.