ESTRELLA FLORES-CARRETERO
MADRID

Soy psicóloga, profesora, empresaria y escritora, aunque no necesariamente por ese orden. Tengo tres novelas publicadas: «Duele la noche», «Piel de agua» y «Días de sal».

Duele la noche
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El blog de Estrella

La forma de vestir en el trabajo importa (y mucho)

Por el 17/08/2022

La manera de vestirnos, el corte de pelo, el calzado, el maquillaje, las joyas… dicen mucho de cada uno de nosotros: «esto es lo que soy y así quiero ser visto». Las empresas deben respetar el deseo de sus trabajadores para presentarse ante los demás (salvo que establezcan un uniforme corporativo), pero los empleados también están obligados a respetar la cultura empresarial porque, en horario laboral, además de representarse a sí mismos, son la imagen de la marca que los emplea. 

Lograr un equilibrio que permita a las personas expresar quiénes son sin menoscabar la productividad del equipo, la confianza del cliente y la imagen corporativa debe ser un punto importante en la política de empresa.

Sí hay derecho

No es una intromisión en la vida personal establecer un código de aseo y vestimenta. No estoy hablando de obligar a las mujeres a llevar falda y a los hombres corbata, sino de fijar normas esenciales de obligado cumplimiento. Cualquiera puede entender que es legítimo pedir a los trabajadores que están de cara al público o que deben tratar con clientes que adopten un modo de vestir que no solo agrade a la mayoría, sino que en modo alguno pueda molestar a nadie. 

Reglas por escrito

En la política de la empresa tiene que figurar un código de vestimenta y las consecuencias de no cumplirlo. Tener una política clara, cuanto más detallada mejor, y por escrito permite a todos saber a qué atenerse. Lo primero que tiene que constar es la higiene. Pero además habrá que establecer criterios coherentes con la actividad empresarial, en línea con la comodidad de los trabajadores, la seguridad en el trabajo, el respeto a los clientes y a los compañeros…

No se trata de ser estrictos, hay que entender a las personas más jóvenes con sus tatuajes y sus piercings, pero sí dejar constancia de que no se podrá estar con la gorra puesta atendiendo en la ventanilla de la oficina o con el vaquero roto en las negociaciones de empresa. Es importante también no discriminar entre hombres y mujeres y atender a las personas con discapacidad, que pueden tener otras necesidades de vestimenta.  Elaborar una relación de preguntas y respuestas, ayudará a todos a saber qué está permitido y qué no.

Sentido común

A la hora de redactar un código de vestimenta y aseo, conviene pedir diversas opiniones a jóvenes y mayores con distintas identidades de género y diferentes culturas. Todo el mundo entiende que puede ponerse un escote de vértigo y un tacón de aguja para salir por la noche, pero que no iría así al gimnasio. Por lo mismo, el sentido común establece que no es correcto incomodar a los compañeros, que hay que transmitir confianza a los clientes, ofrecer una imagen de respeto y profesionalidad. Incluso, si el sector al que nos dirigimos es conservador, debe pedirse un código de vestimenta distinto de si se trata de un público vanguardista.

La primera impresión y la segunda

Ciertamente, lo que importa es la calidad humana de las personas, su conocimiento del trabajo, las habilidades profesionales…, pero a veces solo existe una primera impresión y no habrá lugar para una segunda. O sí. Vestirse con sensatez ayuda a ser respetado y apreciado, inspira a los demás, influye en lo que los otros piensan de nosotros y, por tanto, en nuestra autoestima y en la construcción de lo que somos y queremos ser, hace que nos tomen en serio y demuestra que sabemos comportarnos, nos ayuda a sentirnos bien. 

Maquiavelo, al que se le podrán hacer muchos reproches, pero quien fue un indiscutible estratega político, escribió sabiamente:

«Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos».

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