La suerte de escribir y ser mujer
Hubo un tiempo en que escribir y ser mujer era impensable, luego una época en la que resultaba difícil, y hoy me alegro de que sea algo absolutamente normal.
A poco que uno se lo proponga —y yo lo hago cada día—, es fácil encontrar varios motivos por los que alegrarse. Hoy yo he hallado el primero al toparme con un artículo sobre la dificultad de compaginar algo tan normal como escribir y ser mujer. «Tinta y lágrimas: escritoras en un mundo de hombres» desgrana las penalidades a las que tuvieron que enfrentarse algunas escritoras famosas de los siglos XIX y XX, como las hermanas Brönte, Virgina Wolf, Rosalía de Castro, Emilia Pardo Bazán… y tantas otras que publicaron con seudónimos de hombres, que forjaron desde la sombra el éxito de sus maridos, hermanos o padres, que se quedaron en el camino o que ni siquiera lo intentaron porque sabían que habría sido inútil.
Es cierto que en este país, no hace más de 70, 60… años, todavía muchas familias consideraban una pérdida de tiempo que las niñas leyeran y las conminaban a hacer sus labores, cuando no a servir la mesa a sus hermanos varones. Pero quiero creer que el mundo avanza, y aunque cada día nos lleguen noticias de abusos sobre mujeres, también nosotras conquistamos derechos cada día.
Razones para alegrarse
En este blog he insistido a menudo en el poder curativo de las emociones, en la importancia de la risa y en la necesidad de trabajarnos nuestra propia felicidad cada día. Así que hoy, en vez de agobiarme por el colegio, la consulta, la familia, las clases, las tareas pendientes, los amigos a los que no he llamado…, he pensado que voy a valorar la suerte que tengo por algo tan normal como poder escribir y ser mujer. Así de sencillo. ¿Y tú? ¿Encuentras cada día alguna razón para alegrarte?