No necesitamos más sartenes, pero sí más literatura
Los periódicos, desesperados por vender en este país en que la lectura no está en la lista de aficiones, se afanan por captar compradores mediante cupones para conseguir gratis un juego de sartenes, un edredón, unos auriculares…
Hay quien se apunta a comprar el diario que toque tan solo por el cupón que va a permitirle conseguir un obsequio que, echando cuentas, pagará a precio de oro, no será tan bonito como parecía en la foto y no necesitaba en absoluto.
Y eso no es lo peor. Durante un tiempo, el aspirante a poseer una batería de ollas vivirá pendiente de no olvidarse de comprar el periódico; si se va de viaje, pedirá a alguien que se ocupe, porque no puede dejar un hueco en la cartilla; vivirá al borde del infarto si no llega a tiempo al quiosco o recorrerá kilómetros en el caso de que se hayan terminado los ejemplares de su diario en la tienda más próxima.
¿Y se leerá el periódico? Si las encuestas son ciertas, no. Ni siquiera está claro que utilice las sartenes.
La alternativa perfecta
La Vanguardia, un gran periódico superviviente, se ha cansado del marketing de tontunas que marea a quiosqueros y compradores, y ha decidido ofrecer un taller de escritura a sus suscriptores. No necesitamos más sartenes, pero sí más literatura.
Una novelista, Ada Castells, va a impartir estos cursos a los suscriptores del diario para que aprendan a escribir y a comunicar lo que todos tenemos dentro o lo que observamos cada día a nuestro alrededor; es decir, para que sepan transmitir por escrito sus deseos, vivencias, sensaciones, imaginaciones, frustraciones, alegrías… Porque en eso consiste la escritura: en disfrutar del placer creativo y sanador de saber expresarse, en conocernos a nosotros mismos, en reflexionar y en ponernos en el lugar del otro. La escritura está llena de ventajas.
Bien por La Vanguardia y por todos los que prefieren la literatura a las sartenes.