El ‘vending’ de los libros
Las máquinas expendedoras de libros son una forma más de invitar a la lectura, al menos durante las esperas y los largos trayectos. Bienvenidas sean.
La idea de vender libros en máquinas expendedoras, igual que si fueran refrescos, se le ocurrió a un español, Francisco Valtierra. Este emprendedor fue el creador de Vending Books en 2007, una empresa que exportó su idea a América Latina y que otros han copiado.
Es curioso que España, un país con los hábitos lectores por los suelos, sea la cuna de este negocio. Eso prueba, por un lado, que a veces las buenas ideas pueden luchar incluso contra los elementos, algo que yo siempre he defendido. Estoy segura de que poner pasión en lo que uno busca en la vida es el primer paso hacia el éxito. Por otro lado confirma también que cuando acercas los libros a la gente, hay más posibilidades de que lean.
Sin tiempo para la lectura
La mayoría de las personas que no leen, ¡tres de cada cuatro!, afirman que es porque carecen de tiempo; aunque sí lo tienen para otros tipos de ocio. Se trata, sin duda, de una cuestión de gustos y prioridades. De hecho, lo más triste que dijo el creador de Vending Books es que el 40 % de la gente que compraba un libro en sus máquinas no se consideraban lectores habituales. Es decir, que igual sacaron un libro del expendedor como podían haber comprado una bola sorpresa con una baratija dentro.
Sin embargo, quiero creer que no eran lectores habituales porque quienes sí lo somos recurrimos a nuestra librería amiga o a la web que sea para hacernos con los libros que necesitamos. Y, sobre todo, deseo imaginar que si no eran aficionados a la lectura, tras leer el bestseller del momento que les brindó su vending, les gustó tanto que quisieron repetir.
Sea como fuere, me parece que acercar los libros a todos los lugares, especialmente a hospitales, estaciones, organismos públicos…, esos sitios donde nos pasamos los momentos más aburridos de nuestras vidas, es dar una oportunidad a la lectura. Es triste, pero cuando la gente no tiene otra cosa que hacer puede que quiera leer. Y gracias al vending, además de llenar su estómago con un sándwich industrial, también pueden alimentar su mente.