Más tiempo para leer
Cuando se tiene una vida demasiado ajetreada, es preciso revisar las rutinas y encontrar tiempo para hacer lo que verdaderamente nos gusta. Por eso me he planteado conseguir más tiempo para leer. ¡A ver si cumplo mis propios consejos!
Hacer de la lectura un hábito. Hay actividades que iniciamos con mucho entusiasmo, pero que dejamos a los pocos días. Si perseveramos, aunque nos cueste, conseguiremos establecer una rutina, y las rutinas son hábitos que incorporamos a nuestras vidas y ya no abandonamos. Para que una rutina se convierta en hábito tiene que hacerse siempre a la misma hora (más o menos) y en el mismo sitio. Leer después de comer, leer antes de acostarnos, incluso leer las tardes de los domingos, es una manera de fijar un horario y anteponerlo a otras actividades. Lo mejor es encontrar nuestro momento más apropiado del día para que no haya excusas.
Leer libros que nos gusten. Es más fácil leer cuando las historias nos interesan. Mientras el hábito no esté establecido, no empecemos por tragarnos un plomizo ensayo tan solo por obligación. La lectura aporta muchas ventajas, pero también debe ser placer. Al menos yo, cuando algo me gusta, encuentro más fácilmente el momento para dedicarme a ello.
Tener un libro siempre a mano. Hay gente que lee uno detrás de otro, pero también hay a quienes les gusta leer varios libros a la vez. Si tenemos un libro de poemas en el dormitorio, uno de relatos en el trabajo y una novela en el sofá, siempre será más fácil enganchar la lectura que si no tenemos nada a mano.
Apagar la tele. A menudo parece que olvidamos que el televisor tiene un botón de off. Estamos sentados delante y nos distraemos mirando la pantalla, aunque verdaderamente no nos interesa en absoluto la programación. Otras veces nos ponemos a leer nuestro libro, pero dejamos el soniquete de la tele de fondo, y eso nos distrae. Apagarla es sencillo.
Lectores electrónicos. Ganar tiempo para leer también depende de que llevemos libros descargados en el móvil y siempre a punto nuestro e-reader; eso nos ayuda a leer en los tiempos de espera que inevitablemente surgen cada día, en el dentista, en el abogado…
Transporte público. Ir en nuestro coche a todas partes es cómodo, pero contamina, y resulta una pérdida de tiempo y de dinero. Si nos acostumbramos a hacer los trayectos cotidianos en transporte público, ganaremos un rato para la lectura. Y mucho mejor si los viajes de trabajo los podemos hacer en tren.
Por suerte, yo me doy a menudo atracones de lectura cada vez que viajo a Miami para promocionar «Piel de agua». Es el lado bueno de tantas horas de vuelo.