Personas tóxicas en el entorno laboral
En el entorno laboral, existen individuos que actúan como un virus, propagando su negatividad y afectando al resto del equipo. Son aquellos que se quejan constantemente, que encuentran pegas a cada propuesta y cuya actitud dificulta la colaboración. En esta situación se corre el riesgo de “la manzana podrida”, que puede corromper a las demás si no se aborda a tiempo.
En muchos ambientes laborales, hay personas que parecen estar siempre de mal humor, mostrando un pesimismo crónico que impregna el ánimo del equipo. La reacción más común ante este tipo de comportamientos es la inacción; aprender a convivir con el compañero incómodo parece la opción más sencilla. Sin embargo, esta estrategia puede llevar a un enquistamiento del problema e incluso en muchos casos agravarlo.
La clave está en afrontar la situación lo antes posible. Un líder que ignora la negatividad de un miembro del equipo puede estar fomentando resentimiento entre los demás. Según el psicólogo organizacional Adam Grant, “la negatividad en un equipo puede ser contagiosa, y si no se gestiona, puede llevar a una disminución en la productividad y a un deterioro en el clima laboral”. Esto se traduce en que la moral del equipo se ve afectada y la colaboración se vuelve un desafío, lo que puede dar lugar a la falta de cumplimiento de plazos y objetivos.
Recopilar datos es fundamental para entender qué implica realmente la negatividad de ese compañero: ¿es una falta de colaboración?, ¿identifica problemas que otros no ven?, ¿no cumple con sus responsabilidades?, ¿retrasa el trabajo de los demás? Este análisis debe incluir una evaluación del comportamiento del individuo a lo largo del tiempo: ¿ha sido repentino o ha existido desde hace tiempo?
Otro aspecto a determinar es si la percepción negativa es únicamente del individuo etiquetado como “tóxico” o si hay una influencia del entorno que contribuye a su comportamiento.
Abordar la situación con empatía y profesionalidad no solo puede contribuir a mejorar la dinámica del equipo, sino también a fortalecer la cohesión del grupo. Lidiar con personas tóxicas en el lugar de trabajo requiere un enfoque proactivo y estratégico.
Hablar con una personalidad negativa supone contar con habilidades en el manejo de las emociones. Iniciar la conversación exponiendo cómo su actitud afecta al desempeño hay que comunicarlo con claridad, e insistir en que no es bueno para uno mismo ni para los demás.
Una vez establecida esta base es conveniente describir la situación específica y cómo su comportamiento está perjudicando a las personas que trabajan y a la misma empresa. La clave es hacer preguntas y escuchar activamente para buscar soluciones, sin caer en la tentación de acusar. Preguntas como: “¿Cuáles son sus quejas?”, “¿Qué cambiaría?”, “¿Qué le frustra?”, “¿Qué necesita?”, y “¿Cómo podemos ayudarle?” pueden abrir un diálogo constructivo.
Hacer un seguimiento de los objetivos claros propuestos previamente. Programar reuniones periódicas para evaluar el progreso. Entender que no se deben esperar resultados inmediatos; “la inteligencia emocional permite a los líderes manejar sus emociones y las de los demás, lo que puede llevar a cambios significativos a largo plazo” según Goleman.
Neutralizar sus comentarios adoptando una postura positiva y transformando sus quejas en un lenguaje menos derrotista. Esto ayuda al individuo negativo y beneficia a quienes lo rodean. El psicólogo Martin Seligman decía que, “cultivar una mentalidad positiva puede tener un impacto considerable en el bienestar general de un equipo” y yo estoy de acuerdo.
Es importante recordar que no podemos solucionar todos los problemas de una persona. La responsabilidad del cambio recae en cada individuo. La gestión efectiva de las emociones y la creación de un entorno laboral saludable pueden, sin embargo, facilitar el camino hacia un clima organizacional más positivo y colaborativo.